miércoles, 7 de enero de 2015

HEDWIG AND THE ANGRY INCH. John Cameron Mitchell. 2001




¿Que se podría decir de una opera rock travestida, indie, plena de provocación drag, cuya canción principal está basada en un mito Platónico, con protagonista transexual; que no es tal voluntariamente; cuyo marido es interpretado por una mujer barbuda que desea ser reinona, lider de una banda travesti/glam/punk, que escapó del muro de Berlín tras una operación chapuzas que le dejó ese “angry inch”. La pulgada irritada, que da título a esta transgresora y potente cinta, basada en la obra del mismo título triunfadora en Broadway. Musical atípico, carne de friki en potencia, donde la contravención y el incumplimiento de lo políticamente correcto campan a sus anchas. Pero Hedwig and the Angry Inch, es mucho más de lo que la superficie parece mostrar. En primer lugar, es una recolección de temazos potentes, contundentes, nacidos de la pluma y la partitura de Stephen Trask, quien conoció casualmente a Cameron en un avión. Esta coincidencia fue la génesis de uno de los musicales más atípicos y sensibles, joyita contracultural, que llegó afortunadamente hasta las manos de la productora Killers Films (Happiness, Boys Don´t Cry, Safe, Velvet Goldtime, Yo disparé a Andy Warhol) que bajo su áspera presentación esconde un grito de rebeldia y la busqueda de identidad del protagonista. Plena de reminiscencias y homenajes a David Bowie, New York Dolls o Iggy Pop. 

El film nos va presentando diversos flashbacks donde mediante las canciones conocemos la historia de Hedwig. Nacido en la parte oriental del muro de Berlín, Hedwig busca su identidad sexual, cuando conoce a un oficial del ejército norteamericano que lo conquista amorosamente; en una clara referencia al cuento de los hermanos Grimm; sembrando literalmente el camino de ositos de goma (el protagonista se llamaba Hansel, antes del cambio). Para poder salir del Berlín Oriental, Hansel acepta un cambio de sexo, y se somete a una operación remendona, que le deja con su “pulgada irritada” y que no consigue mantener a su lado al enamorado militar. Decidido a dedicarse a la música adopta el nombre de Hedwig de su madre. Sus actuaciones en antros de la América Profunda, frente a paletos y asombrados clientes, siguen las huellas de Tommy Gnosis (excelente Michael Pitt), antiguo enamorado que traicionó a Hedwig, y se apropió de sus canciones para triunfar. Una historia de amor que crece a caballo entre el dramón desatado y el esperpento. El viaje iniciático de Hansel/Hedwig persiguiendo a su antiguo amante para tratar de encontrarse a sí mismo, culmina en la catarsis final donde Tommy le canta, desgranando todo lo que Hedwing significó para él. El protagonista regala su peluca fetiche a su marido (interpretado por Miriam Sor) y se marcha, no importa adonde, para habitarse definitivamente. 

 
La diseñadora de producción Théresè DePrez (Yo disparé a Andy Warhol), plantea una estética retrogay Juegos de luces, purpurina y pelucones para componer el mundo interior de los personajes. Sin resultar tan esperpéntico como The Rocky Horror Picture Show, el film se adscribe a esos musicales alejados de un público que prefiere ver Sonrisas y Lágrimas (enorme músical por otra parte), pero se mantiene también distante de las propuestas de obras como Caníbal, el musical, El Fantasma del Paraiso, Forbiden Zone.  Se diferencia de aquellos en la intensidad humana del personaje. La canción Tear Me Down es la que introduce al espectador en el mundo de Hedwig, un tema dónde se compara como una alma partida en dos como su Berlín natal. Testamento vital de un personaje que nos muestra su coraje, ya que se levanta como Lázaro, y se ríe de los adversarios que tratan de derribarle. Una canción contundente dónde se presenta un personaje luchador, que no termina de hallarse después de que “se levantó de la losa del médico”. En Sugar Daddy, nos habla de la brecha cultural entre la zona de Berlín, donde habita (dictadura, represión, violencia) y las promesas vacuas del American Dream (alimentación, moda, tecnología), que llegan de la mano del artificioso sargento de raza negra: Luther Robinson. En The Angry Inch, hermosa canción procedente del musical de Broadway adaptada al cine, se habla de la operación fallida, con ese sentido corrosivo del humor con que Hansel/Hedwig se enfrenta al mundo; y de su relación errónea con el militar hasta llegar a Estados Unidos. Peluca en una caja es un tema que el protagonista recrea, mientras nos narra como cambiándose de pelucas, se permite ser quien quiera y el efecto de la música, que lo transforma. La canción-fetiche de este soundtrack es El Origen del Amor. Basada en el Simposio de Platón. 


Es una leyenda acerca de cómo el ser humano en el origen estaba unido (vía Aristófanes) por la espalda. Llenos de celos, los dioses deciden separarlos, creando dos seres distintos que andan siempre tratando de encontrar su otra mitad, para ponerlas de nuevo juntas. Convirtiéndose en metáfora de la tragedia del protagonista, deviene una de las mejores escenas, donde la banda interpreta esta compleja mitología en un antro, al tiempo que los rednecks devoran alitas de pollos asombrados ante el bizarro espectáculo, pero sin dejar de masticar. Algunos temas están contrapunteados por dibujos animados elementales, básicos, pero de una efectividad fuera de toda duda, que ayudan a avanzar a la trama y le añaden una atmósfera sicodélica, en una unión inevitable, esencial entre imagen y palabra, realizados por Emily Hubley.

En Radio de Medianoche, surgen referencias a artistas como Yoko Ono, Tina Turner, Nico, Patti Smith y otras musas inspiradoras del rock.

Esta fábula musical obtuvo el premio en Sundance 2001 (Mejor Director y Premio del Público), o los Globos de Oro 2001 (Nominada Mejor Actor de Comedia o Musical) entre otros galardones. No podía esperarse otro reconocimiento a un bautizo cinematográfico tan sorprendente. Una historia corrosiva (y muy irritada), doliente, donde Cameron, pasea su falta de glamour cotidiana y su obsesión por el amante que la despechó, por grasientos tugurios, siguiendo la gira de Tommy Gnosis. Con la absurda y petarda intención de boicotear sus actuaciones en estadios, desde la cutredad de los locales donde agoniza. El viaje iniciático, realizado por esta heroína inolvidable, que se autodefine como “cantante de rock mundialmente desconocida”, que detrás de su estética kitch, y su no aceptación, oculta un corazón inmenso, le lleva hasta su catarsis final. El desafío que tenían entre manos John Cameron Mitchell y Stephen Trask, después de que la obra hubiese triunfado en Broadway (crítico y público) es resuelto en la pantalla destilando una obra inteligente, humana, rocambolesca, divertida, corrosiva, desgarradora y militante. Este “angry inch” es un musical de calidad, con interpretaciones notables. Cameron borda el papel que ya representó en el teatro y se atreve con la dirección, acompañada de un enigmático Michael Pitt, o la cómica Andrea Martin en el papel de la representante, para encarar la odisea de este personaje en un film inclasificable (e inolvidable) que levantará ampollas o pasiones frikis, pero que en absoluto deja indiferente. Le acompañan en este viaje Miriam Sor, el marido-mujer que termina abandonándolo. El elenco que arropa musicalmente la peripecia vital de Hedwing es variopinto y abarca multiples tendencias: El rockero alternativo Bob Mould, Stephen Trask es Goth, el personaje de Rob Campbell, semeja una especie de Gary Newman (Tecno British), Theodore Liscinski en el bajo (Punk). En la batería maneja las baquetas Perry James (con aspecto de fan de Poison), el personaje de Mirian Sor, calcado de Guns´N´Roses. 



 
Completan la banda sonora algunos temas míticos de Lou Reed y Dolly Parton. Una de las diseñadoras más solicitadas; Arianne Phillis, realizó los 41 vestidos que luce Hedwig, ayudando a crear la atmósfera del personaje. Ropa que resultara creíble, y pelucones de todos los estilos nacidos de la creatividad de Mike Potter. El aparente minimalismo de este film y su humildad latente no pretenden destronar del trono de musical glam de culto a The Rocky Horror Picture Show. Esta pulgada es mucho menos bizarra, porque es más humana, posee más carácter y menos rimmel. Quizás es menos cool, pero destila más ternura. 


Tampoco muestra pretensiones de convertirse en el Juego de Lágrimas del género musical. Aunque parezca salido de un mundo underground, el mensaje de Hedwig and the Angry Inch, trasciende fronteras y va derecho al corazón. Un lugar donde la irritación se detiene para siempre.









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