martes, 14 de julio de 2015

Celia Romero y Dulce Pontes en Badasom


                     
Fotografias.: F Collado
Que Badasom se ha consolidado como un referente imprescindible del mundo lusófono, lo prueba el número de asistentes portugueses a este evento. Que se ha consolidado como referente flamenco en la misma medida, se puede mensurar por los aficionados cabales que acuden cadas año al auditorio Ricardo Carapeto. Badasom es una luminaria de la fusión más certera y emocionante, como demostraron las dos oficiantes al final del concierto, hermanando el duente y el fado, en un duelo de un poderío vocal turbador e inolvidable. Rompió la noche la guitarra de Francisco Pinto, que con sus falsetas dejó patente que se come la cabuyería de la A a la Z ; y le sobra de largo; para abrirle el sendero a la voz de Celia Romero, 
La cantaora vestía de blanco, y desde las primeras notas nacidas de su garganta, afloró que su voz no era del mismo color, Que viste los tonos del quejío y el duende más atávico, los tonos de la primavera, el azahar y la hierbabuena. Celia ganó con dieciséis años, en un certamen muy reñido, la Lámpara Minera de la 51º edición del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión (Murcia). Durante la noche iba a demostrar de largo, los motivos que tuvo el jurado para otorgarle tan importante galardón. Y lo hizo acompañada de acordes novedosos, de cadencias de viola que nos acercaban a texturas sonoras árabes y se mixturaban con el arpegio y la sabia arzapúa del guitarrista, que nos transportaban a nostálgicos jardines perfumados de Batalyaws. Celia sacó el  pellizco, arrancó el "sentío", sobrada de poderío y potencia, pero sin perder de vista el clasicismo y la jondura. Se llevó al público a su terreno en soleá por bulerías, o se vino arriba en su hermosa versión del himno de Extremadura. Con  voz de musgo y sabiduría, de quejío ancestral, de ecos lejanos, se crece al final del compas y levanta al respetable que rompe en aplausos. Pero esto es solo el inicio de la noche.

F Collado

Dulce Pontes, sentada al piano, con un vestido surgido de una ilustración de Victoria Francés, comenzó su actuación dejando pasó al intimismo con composiciones como La Bohème. La versión que hace la portuguesa de este stardar, es cualquier cosa menos adocenada, plena de matices y poderío vocal, regalando esa particular modulación que la hace irrepetible. La canción "Lauridinha", describió la marcha hacia la guerra de un soldado, dentro del más puro folklore vecino. Si precisáramos una palabra para definir la música de Dulce Pontes es: ecléctica. En la noche pacense se escucharon acordes étnicos, melodías tradicionales, armonías galaicas, una inmensa versión del trovador Martin Codax,  del poema en gallego "Ai onda que eu vin veer".de entre mediados del siglo XIII y comienzos del siglo XIV. Apenas existen datos sobre la identidad de éste tañedor y poeta.


Dulce se desliza con levedad por el escenario, baila, hipnotiza, te sumerge en territorios inexplorados donde ella es monarca absoluta. Es capaz de transitar de un fado tradicional con aroma a Bairro Alto, a una melodía donde danza descalza, plena de aromas orientales, de introducir momentos intimistas con una versión potente del "Adagio" del Concierto de Aranjuez de Rodrigo, o solicitar las palmas del público para una canción tradicional portuguesa.

Como regalo para los sentidos un dueto final con "Gracias a la vida" de Violeta Parra, donde Dulce se crece con todo su armamento vocal y es respondida con gallardía y jondura por la voz de Celia. Dulce dedicó un guiño a sus compatriotas con la interpretación a dúo de  "Canción del Mar". Ésta es una canción del portugués Frederico de Brito; música y letra de Ferrer Trindade; que fue cantada por Amalia Rodrigues en 1955, bajo el título de la Soledad, en la película "Los Amantes de Tajo". Quizás la canción portuguesa más escuchada fuera de los límites lusos. 


Fotografías: F. Collado

Dulce, de blanco. Celia, de negro. Noche y día, El Ying y el Yang en la madrugada pacense. Gracias Celia. Obrigado, Dulce. Por ese abrazo final que demuestra que la música derriba fronteras. Por una noche mágica. 


                                                                                                                       Fotografías: F Collado


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