lunes, 5 de diciembre de 2016

Coro Amadeus. Ciclo: Carmina Antiqva. Músicas para un año jubilar. Guadalupe 2016. Salón de Plenos de Diputación de Badajoz

                  



El Concierto que ofreció el Coro Amadeus en el hermoso Salón Plenos de la Diputación de Badajoz, supone el epílogo del Ciclo “Carmina Antiqva”. El programa posee el atractivo de estrenar obras rescatadas de los archivos del Monasterio de Guadalupe. Partituras nacidas en nuestro terruño y ahora sacadas a la luz, tras arduo (y con certeza satisfactorio) trabajo. Uno de los grandes compositores del Renacimiento y de la música sacra española; el sevillano Francisco Guerrero; principió la interpretación de Amadeus con el “Dúo Seraphim”, de reposado concepto y hermosas melismas. Se aprecian en esta obra ese recogimiento místico característico del autor, amante de las texturas homofónicas, que en este motete; de motivos bíblicos; alcanza momentos sublimes, interpretados por la habitual calidad y empaste vocal del coro. Para este programa; casi monográfico de autores de vocación religiosa; salvo Palestrina que estaba casado; la agrupación eligió atrevidas armonías a ocho voces o dos coros. El motete permite un mayor grado de libertad artística al autor, condición que casi lo convirtió en un género experimental en la polifonía religiosa, al que Josquin des Prés daría el formato definitivo. La Escuela Veneciana utilizaría el Motete policoral con creación de efectos espaciales, ecos, etc. Guerrero fue un maestro en estas lides, dejando a la posteridad más de un centenar de Motetes. Guerrero había jugado con la fiesta de la “Trinidad“ para elegir “tres” coros y doce voces para este texto.


Sanctus Dominus Deus Saboath.
Plena est omnis terra gloria ejus.

Tres sunt, qui testimonium dant in coelo:
Pater, Verbum et Spiritus Sanctus:
et hi tres unum sunt.
Sanctus Dominus Deus Sabaoth.


Francisco Guerrero es como un viaducto histórico entre Morales (su maestro) y el autor de la siguiente obra del programa: Tomas Luis de Victoria. Este abulense se encuentra llamando a las puertas del primer Barroco, siendo alumno del siguiente compositor a escena, el sublime Palestrina, cuyo estilo aprendió a “plagiar”. Del primer libro de este clérigo: "Libro primero de Misas y Salmos," (Venecia. 1576), se interpretó la Antífona mariana “Salve Regina” (apenas diferían en esta época del Motete) a ocho voces mixtas y doble coro. (Órgano añadido en 1600). No hay división en partes ni alternancia con las invocaciones gregorianas como si sucede en la Salve Regina a 5 del mismo año. Hay alternancia entre versos cantados por un coro e imitativos (como “Et Jesum”) y otros a dos coros (“Eia ergo”, “O Clemens”) en estilo homofónico. En algunas referencias aparece esta obra como reseñada en el Segundo Libro, dedicado al Príncipe de Baviera, publicado en Venecia (Ángel Gadán) en 1576. Curiosamente existe una adaptación anónima para laúd, de un manuscrito del siglo XVII. 



Se trata de una obra hermosa y densa, resuelta por la agrupación con brillantez y profundo sentimiento. Nada extraño teniendo en cuenta el pensamiento musical de Victoria, cuya arquitectura musical; pulida una y otra vez; estaba dirigida “ad Dei Gloriam majorem”. El resultado es esta enorme y atemporal pieza de polifonía litúrgica, donde se utilizan pasajes grandiosos con los recursos de ambos coros, contrastes y secciones que manejan pocas voces, y que el autor dividió en siete secciones. El Oficio Divino era menos florido y tenía menos piezas polifónicas en la época de Victoria, un autor que prefiere construir la música sobre fuentes "regocijantes e implorantes antes que sobre la gravedad y el dolor".
La magnificencia sonora de las ocho voces se presenta como solución lucida ante las nuevas corrientes declamatorias que buscaban la accesibilidad de los textos religiosos, planteando esta alternancia antifonal entre dos coros. La petición de los fieles; ante aquellas obras que deleitaban el oído, pero eran ininteligibles para la razón; propició que autores como Palestrina y Victoria crearan respuestas sonoras al clamor de los fieles. La profecía musical de Victoria (algo manierista) adelanta la expresividad barroca, sublimando el dramatismo y el ascetismo heredados de Palestrina, traspasando las fronteras del Renacimiento polifónico.


Los Motetes del prolífico Palestrina se caracterizan por destilar estados de ánimo y utilizar variedad de técnicas. El coro hizo una hermosa interpretación de uno de sus "laudates, el difícilmente escuchado “Laudate Dominun in sanctis eius”. Palestrina logró conjugar la estética del gregoriano con la técnica francoflamenca en un concepto claramente reformista y “trentiano” de lo musical.

 

La “segunda” parte del Concierto regaló al respetable la rescatada obra de  Fray Melchor de Montemayor, conocido para el mundo como Melchor Cabello, uno de los compositores que actuaron en la Catedral de las Palmas y el más antiguo del que se conserva la música en este recinto. De este organista jerónimo, que tomó los hábitos a los 28 años, se desgranaron dos obras el responsorio “In Manus Tuas” y el invitatorio de Navidad “Christus Natus est Nobis”. Dedicado a la labor de componer y enseñar música, tuvo muchos discípulos, dándose por completo a la música y a permanecer en su celda. Su obra se recoge en cuatro volúmenes de atril, que desaparecieron del Monasterio de Guadalupe. Existen obras en El Escorial y publicadas por Hilarión Eslava en la Lira Sacro-Hispana. Polifonista y policoralista con cerca de medio millar de obras. Alguna de marcado interés folklórico, componía cada año villancicos para los músicos de su capilla. Fue reemplazado en Las Palmas por Joaquín García que llegaba con desenfadadas partituras de aroma diechicochesca. Sobre su persona de encuentran diversos errores históricos como “que tomo el hábito a avanzada edad” y otros en los que por la particularidad del contexto, no nos extenderemos.


Estilísticamente el concierto da un quiebro con la incorporación de obras condicionadas a la temática “popular,” en  villancicos con tono a lo divino. Se aleja un poco de la majestuosidad de las obras de Palestrina o Victoria para acercarse  a la “chanza” con todo su concepto festivo y “ligero”. La ornamentación, con incorporación del clave (Jose Luis Pérez) y de los violines (Marutxa Vázquez/Miguel A. Navarro) contiene instantes con un “aire” netamente barroco. Especialmente emotivo el estribillo “Eso de quedar iguales, amo y criado”. Un paso más en esa obra que lleva a cabo esta agrupación en la recuperación de nuestras raíces musicales.
 


Fray Manuel del Pilar está considerado el compositor de mayor fecundidad creativa del XVIII en Guadalupe. Sobre él también existen errores históricos como nacerlo de Zamora, cuando era de Aliaga, (Teruel). Con 300 obras conservadas, las cuales incluyen 36 cantadas de Navidad donde experimenta en el terreno de la tonalidad. Alonso Gómez extrae, directamente de los manuscritos originales, los villancicos “Un Maestro de Capilla” y “A Belén a ver al Niño”, compuestos por este “Manuel Piquer” de mundano nombre. Ya el Coro de la UEX había grabado obras de estos dos maestros jerónimos en su CD del 2006. Este autor recorre con facilidad todas las partes de la liturgia, villancicos, letanías, vísperas etc. También fue un notable poeta y letrista. Al día siguiente la agrupación partía para el Monasterio de Guadalupe. Escuchar estas composiciones revividas en el lugar  donde se gestaron después de tantos siglos, es sin duda, una experiencia inolvidable.

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