Dentro
de la excelente selección cinéfila que oferta el XXI ciclo de cine
en VOSE, se proyecto (con abundante público) la última y
controvertida obra del holandés Paul Verhoeven, que regresa habitado
de sus habituales polémicas. Con una retorcida carga de profundidad
que; a tenor de las opiniones leídas; o no hemos visto la misma
película; o no se han enterado de nada. A partir de aquí quienes no
hayan visionado la última obra de Verhoeven, no deberían seguir leyendo. “Elle”
llega con los torpedos agitadores de conciencias, habituales en el
director, que despliega todos sus estilemas morales, toda su
parafernalia destroyer y su poética ponzoñosa para adaptar la
novela “Oh…” de Philippe Djian; el fenómeno “incotournable”
de su generación. Verhoeven tiene una querencia particular por la
provocación, por las psiques retorcidas, por atmósferas mórbidas.
Además posee un corrosivo sentido del humor subversivo, para
derrumbar las arquitecturas de lo políticamente correcto. En “Elle”,
las sombras de Jung y de Freud son alargadas. Ya en la obra original
no existía un propósito de moralizar, objetivo que toma el director
con gusto del controvertido escritor cuyas obras nunca dejan
indiferente, recolectando pasiones y animadversiones. Para Verhoeven
este personaje amoral; de pasajes subterráneos y rincones oscuros
en la mente; es un regalo para desplegar toda su artillería
sediciosa. El escritor Philippe Djian ya fue adaptado al cine por el
director Jean-Jacques Beineix, cuando su novela “37º2 le Matin”,
se convirtió en la exitosa “Betty Blue”, con una extraordinaria
partitura de Gabriel Yared.
En 1986, de la mano de Yves Boisset llegó
a la pantalla “Bleu Comme L´enfer”, otra negra adaptación de su
universo. En “Betty Blue” ya encontrábamos el acercamiento una
perturbación límite de la protagonista, que evoluciona hacia
esquizofrenia catatónica. El personaje de Betty (cautivadora
Beatrice Dalle) presenta síntomas de manual: agitación psicomotriz,
tristeza, indiferencia, escaso control de los impulsos, que la
convierten en un trastorno histriónico de la personalidad.
Para
filmar “Elle”, Verhoeven se mimetiza con el estilo fílmico
francés y utiliza París como decorado de la enfermiza trama. Cámara
en mano se convierte en escriba del devenir enfermizo de los
personajes. El lenguaje crudo, sin rodeos del escritor galo, es un
reflejo de las vivencias de sus personajes, basados en datos reales.
Philippe Djian utiliza un habla vulgar, cotidiana, coloquial. Hay
reminiscencias de la novela norteamericana y el “hard boiled,” en
su escritura, sus climas oníricos, anegados en océanos de alcohol, sus
desiertos urbanos al modo de Wenders, (absorbiendo a James Cain y su
negrura) envueltos en un clima de existencialismo desesperanzado y
trufado de diversas referencias literarias o míticas. El uso de
coloquialismos dificulta la traducción. También la obstaculizan el
uso de contrasentidos o frases hechas, las paronimias (palabras
similares fonéticamente), los “falsos amigos” y las expresiones
idiomáticas. Estos escollos; junto a la utilización por parte del
traductor de eufemismos castellanos para velar la dureza del vocablo
galo original; constituyen el “corpus” para las traslaciones a nuestro idioma de la obra del escritor gabacho. El film no refleja
léxicamente su estilo; que alcanza su límite de vulgaridad en “Por
qué no un Porno?, con descripciones de literatura pulp o
explotaition o narraciones sin capítulos (en el caso de “Oh…”).
En ocasiones se precisa de un diccionario especializado en argot para
comprender los textos. Por otro lado el personaje de Michèle
(formidable Isabelle Huppert) es pintado con rasgos mucho más
patológicos, que la reivindicativa propuesta de rechazo del status
quo e independencia que escribiera para la protagonista original
literaria.
El guión nos adentra en tierra prohibida. Lo que en
“Betty Blue” constituía una intensa carga erótica, en “Elle”
es una dependencia patológica. El juego cromático de tonos azulados
y rosáceos de la historia de “amor fou” que se utilizaba en
aquella, se transforma en una paleta apagada y ocre en este
desquiciado universo habitado por Isabelle Huppert. Y es que la
hembra fatal de “Elle”, mantis religiosa y desestabilizadora, es
la más intensa de las protagonistas de Philippe Djian.
“Blue
Comme L´Enfer” se ha convertido con el tiempo en un título de
culto, de atmósfera oscura. Una road movie perversa bajo un cielo
azul. Básicamente la paleta filmográfica de Verhoeven maneja el
tornasol del exceso, la deshumanización de personajes y la pincelada
de la controversia moral. Incluso en productos aparentemente más
comerciales como “Desafío Total” o “Robocop” el rosario de
traiciones, inmoralidades y sevicias, es la denominación de origen.
En el “El Libro Negro” (por otra parte mi obra favorita del
autor) gravita la posibilidad de que no todos sean lo que parecen.
Una vez más la ambigüedad, la vuelta de tuerca que derrumba lo
políticamente correcto, mixturada con todas las señas de identidad
de su etapa holandesa y añadiendo el conocimiento adquirido sobre el
espectáculo en EEUU, En “Los señores del Acero” el holandés se
pasea de la mano de la ultraviolencia por una Edad Media oscura,
bizarra, amoral y obscena, donde uno de los mercenarios ofrece a una
dama un alimento que no se encuentra en los estantes de ninguna
tienda. En este film, el personaje mas miserable resulta ser la;
aparentemente ingenua víctima; recreada “cum laude” por la
actriz J. Jason Leigh. Algo impensable en producciones teñidas de
romanticismo naif como “Ivanhoe”, “El Talismán” o “El
Príncipe Valiente, pongo por caso. Con la destroyer “Showgirl”,
el director da carpetazo al sueño americano con un esforzado
ejercicio sobre la vulgaridad, la tosquedad y el inframundo del “lap
dance” que supuso la debacle para Elizabeth Berkley (después
recuperada en CSI Miami), y para todo el elenco que protagonizó esta
versión explotaition de “Eva al Desnudo” en clave de erotismo
kitsch, hoy convertida (misteriosamente) en obra de culto.
En
“El Cuarto Hombre”, el neerlandés y su guionista alteraron
algunos pasajes de la novela de de Gerard Reve. Deudora de la visión
hitchcokiana del sexo, y llena de símbolos e imagineria
inteligentemente dispuestos para despistar al espectador. Una
narración en clave onírica y rocambolesca, con paleta de vivos
colores y aires de pesadilla feérica, que constituye el culmen de
las obsesiones lúbricas y místicas del autor. Tal vez su mejor
aportación al cine.
Hupper
nos regala la interpretación ambigua, majestuosa e incendiaria de
una psicopata de manual. Escucharla en el idioma de Sade (pongo por
caso), Sartre o el trasgresor Bataille, aparte de ser una delicia, no
deja de tener cierta ironía. “Elle” es un catálogo
antropológico, en clave pulp, de taras mentales y conductas
asociales. Verhoeven realiza una maniqueísta división entre bobos y
alienados. Un padre que parece no ser consciente de que su hijo es de
raza negra (en la novela es hijo de un traficante que cumple
condena), una esposa (Josie), interpretada con soltura por Alice
Isaaz (Doce Veneno, Rosalie Blue), que padece trastorno límite de la
personalidad. Una abuela recreada por Anne Consigny (La Escafandra y
la Mariposa) que padece paradoxia, experimentando deseo por efebos a
los que cuadruplica la edad. Un narcisista diseñador de videojuegos
hentai. Michèle carece de empatía, actúa casi sin
conciencia y con frialdad afectiva. Es una depredadora que le da a
todos los palos de la baraja parafílica. Observa con prismáticos al
vecino mientras se consuela, fantasea con ser golpeada y humillada (y
lo lleva a la práctica), comparte el fetichismo de la máscara.
Quizás sobra la excusa sicoanalítica de introducir un padre que es
un serial killer, para justificar freudianamente las andanzas de
Michèle. En este particular el guión hace aguas, ya que el
psicópata no necesita ninguna excusa para su conducta. Aunque sirve
de coartada argumental para explicar porqué no llama a la policía.
Incluso su presunto arrepentimiento es tan turbio, que no parece otra
cosa que una forma de continuar el juego y forzar a Patrick (Lauren
Lafitte) a continuar con la violencia. Verhoeven juguetea con quienes
buscan una coartada intelectual de “qualité” y deja clavado al
cultureta de salón con la escena final donde el personaje
(desaprovechada Virginia Efira) de la esposa que solicita ver la misa
del gallo en Navidad y levanta risas entre un sector del público
(todavía no entiendo el motivo), le suelta una frase a Michèle que
desmonta todo el andamiaje de este “grand guignol”. Una bomba
atómica que explota en la cara del espectador, manipulado como un
títere.
El único personaje con empatía y capacidad de afecto es el
que un sector ideológico desearía ver vapuleado y cierra este
círculo de insanía con una frase soberbia, majestuosa, icónica que
da un poco de sentido a ese mundo soterrado, enfermizo de diván de
sicoanalista en que habitan. ¿Humor negro?. Las películas de la
Ealing , “Arsénico por Compasión”, “Fargo” o “Sweeney
Todd” son humor negro en estado puro. Que entre en coma tu madre el
día de Navidad tiene la misma gracia que una subida de tensión.
¿Crítica a la familia tradicional? Lo difícil es encontrar en el
guión algo semejante a una familia para criticar. ¿Azote subversivo
de la moral tradicional? Si para revindicar un cambio de moral
burguesa es necesario toquetearse espiando al vecino y dejarse violar
repetidamente, prefiero quedarme con Buñuel y Polansky. ¿Canto a
la libertad de la mujer? Michèle, anclada en su patología es el
paradigma de la esclavitud ante los abismos de la mente. Quizás toda
la explicación moral se encuentre anclada en los ojos de ese lindo gatito voyeur, que contempla frío, impasible, sin empatía, como
violan a su dueña.
Banda
Sonora:
Anne
Dudley ya había colaborado con Verhoeven en “El Libro Negro”. El
Soundtrack ademas utiliza obras como Piano Concerto No. 2, II. Adagio
Sostenuto by Sergei Rachmaninoff, Symphony No. 6 'Pastorale' - 1st
Movement by Berliner Philharmoniker. Jugando
con un tema principal cálido con elementos de thriller e incluso
psicológicos para mostrar paulatinamente la mente de la protagonista
capaz de sonar romántica, thrilleriana, plena de aflicción o
morbosa según se precise. Excelente complemento expresivo para los
recovecos de la mente de Michèle, ajustando la partitura en cada
momento al servicio del desarrollo. La música dibuja el personaje y
se adapta como un guante a las exigencias del director. No en vano su
anterior trabajo devino en resultados excelentes. Hay un uso
nostálgico (e inquietante) de cuerda y teclado. Temas deudores del
thriller más clásico como “Little Psycho”, absolutamente
turbadores y atmosféricos como las notas al piano de “A Tortured
Soul”, los acordes de melodrama clásico de “A Different Ending”,
o los inquietantes efectos sonoros de “A Prowler”. Destacar el
título principal, absorbente, misterioso que avanza redondeando la
melodía y columpiando las notas, en un emocionante ritornello. Anne
juega con la contextualización, evocando musicalmente la profundidad
abisal del personaje y sus diversas vivencias
Lo
mejor: Tener la conciencia de estar ante una inmensa película con
una interpretación de una fascinación enfermiza, incómoda,
nihilista, poliédrica y morbosa. De las que hacen época.
Lo
peor: Que tratándose de un mundo personal e intransferible de
obsesiones y estilemas del autor, el kultureta tenga que buscar una
coartada intelectual para justificar su adoctrinamiento. O que los
árboles le impidan ver el bosque.
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