martes, 23 de mayo de 2017

Patricia Kopatchinskaja & Orquesta de Extremadura. XXXIV Festival Ibérico de Música de Badajoz

                     







Después de templar los instrumentos, la orquesta ataca las primeras notas del Allegro Moderato. La Kopatchinskaja se ha situado; habitada de un vestido rojo que apenas oculta sus pies descalzos; para acometer el lirismo del primer tema de este movimiento. 
Acariciando la cuerda en mi suave que solicita un vibrato ligero y flexible. Incluso el lenguaje corporal de la violinista es iconoclasta.  Hay un juego de sombras y luces con la orquesta que permite un arco muy amplio de vibraciones sensoriales. Sibelius introduce dos cadencias donde sólo debería haber una por movimiento. Organiza en forma de sonata tritemática. La estructura sincopada estalla en un rito de alegría donde las tracerías del violín son celebradas, y se deja espacio para que la Orquesta de Extremadura acometa un interludio sinfónico de tesituras variables, timbres, colores y magnos espacios sonoros. 

La cadenza se usa como parte del desarrollo. El tema pasa, en octavas paralelas, de un instrumento a otro, del viento a la cuerda, de la cuerda a la solista en un flujo y reflujo, en un vaivén donde la fogosidad de la cuerda da paso al mar en calma de los vientos. La solista abordó las notas dobles y triples, los acordes de cinco notas y la fogosidad que solicitaba la cuerda con técnica impecable. No cabe duda de que en ella prevalece lo emotivo sobre lo rítmico, lo visceral sobre lo académico, la espontaneidad sobre la lectura. Y esto es algo que el espectador agradece.  
Las maderas (oboes y clarinetes, por este orden) aguardan para introducir el segundo movimiento para que el violín y los legatos se apoderen del mapa cromático. Un pentagrama evocador de enormes extensiones boreales, recreando una atmósfera invernal. Patricia Kopatchinskaja se inclina, se deja arrebatar por la calidez de la invitación a la danza, al folclorismo (Sibelius esta superando su etapa nacionalista), por la plenitud sincopada de la promesa de un verano finlandés.



En el arrebatador romanticismo del “Adagio di Molto” encuentra la intérprete su Parnaso. En ese trato exquisito de la melodía, en ese cromatismo donde las falanges se recrean para destilar el concierto para violín más interpretado del siglo XX. Una obra que el compositor rehízo, eliminando aspectos de dificultad técnica para que primara lo expresivo en la ejecución, lo cual no implicaba una menor demanda técnica. Los huidizos dedos de Patricia Kopatchinskaja, lo dejaron patente en el intenso lirismo del movimiento, el menos revisado por el compositor con respecto a la revisión original.
Después las trompas y el fagot acompañan la emotiva melodía con su juego sibeliano de breve-larga, breve-larga o la sexta añadida (otra especialidad de la casa). Las sincopas que arranca el virtuosismo de Patricia Kopatchinskaja, semejan latidos de un corazón musical. Hasta el instante mágico donde la orquesta se une al violín, en un sorprendente pasaje de dobles cuerdas en octavas. Es difícil aguantar los aplausos. Un coro de trompas y una sencilla cuerda cierran este hermoso y sensible pasaje de reminiscencias armónicas casi wagnerianas.


El “Allegro ma non tanto”, es la prueba de fuego para la violinista con notas dobles, subidas a gran velocidad, con un tutti donde el autor corta por lo sano para volver al fraseo inicial.
Un movimiento danzarín y brillante de depurada técnica que destila dominio del arco. Es el comienzo de las frases cromáticas donde se luce la técnica refinada, la iconoclastia que la ha convertido en la “fille terrible” del violín, su aclamada versatilidad y el magnetismo de la moldava, en una cascada de notas que termina secamente. Algo que requiere de toda la intensidad del intérprete, para ejecutar la única pieza concertística para instrumento solista y orquesta que compuso Sibelius. Un compendio de sentimientos y de vivencias, que la Orquesta de Extremadura y Patricia desgranaron obteniendo larguísimos aplausos del público. Era una apuesta arriesgada y no complaciente para todos los aficionados. Salvando las distancias me recuerda el exceso y el temperamento de la Bartoli en el campo operístico. De lo que no cabe duda es de que no deja indiferente.


Para la segunda parte la orquesta regalaba al espectador la Sinfonía nº 3 en Fa Mayor Op. 90 de Johannes Brahms. Una obra utilizada para el cine por el  director Anatole Litvak en su película “No  me digas adiós” (1961). Brahms compone en pleno romanticismo, apoyando (junto a Schumann) la continuidad de la línea clásica frente a otros autores como Liszt o Wagner que optaban por nuevas vías. Compuesta en plena madurez creativa, cuando ya dominaba la forma, tan sólo le llevo tres o cuatro meses de trabajo.
La Orquesta de Extremadura acometió el tormentoso “Allegro con brío” desde la sección de viento en un tiempo que combina la melancolía, la calma y el ardor emocional. El clarinete desgrana delicadeza para cederle el testigo al oboe en el tercer tema y retornar al primero delicadamente. Gran belleza cromática en este movimiento para dar paso a un Andante que en estructura típica debería haber ocupado el tercer lugar y deviene reposo para el espectador, con una instrumentación sutil, respondiendo a las características propias de un scherzo, casi de cámara. En un reposado 2/4.
El Tercer Movimiento “Poco Allegretto” en 3/8, es otro mundo. Aquí la orquesta se simbiotiza con la expresión corporal de Álvaro Albiach para regalar una de las obras más hermosas de  todos los tiempos. Sutileza instrumental, melancolía, belleza para esta inolvidable melodía. ¿Sería consciente Brahms de lo que estaba componiendo? La Orquesta de Extremadura sigue fielmente la dirección, plena de fisicidad, acompaña como una marea tras el movimiento de sus brazos (y de su cuerpo)

Después el “Allegro alla Breve”, dividido en tres temas con coda, donde la agrupación recupera magistralmente el tema de apertura para agonizar en pianissimo. Nada de finales explosivos beethovianos. Calma y serenidad, introspección. El público aplaudió largamente la interpretación de la Orquesta de Extremadura. Un inicio de lujo para el Festival Ibérico

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