lunes, 29 de septiembre de 2014

The Reader (El Lector) / El intercambio




Totalmente disímiles en concepto visual. Dos modos diferentes de hacer arte. Un nexo en común: la calidad y el buen hacer de cineastas que utilizan el lenguaje de la mirada para revolver conciencias, evitando la ínfulas con que; otros provocadores vacuos y banales; adornan producciones de escasa calidad para perpetrar sus desvaríos. Del buen hacer de Eastwood, poco se puede decir. El creador de Malpaso, balancea su cine alternando producciones alimenticias con obras personales (la industria manda) en una hábil obtención de fondos para reutilizarlos en sus proyectos. En El Intercambio nos propone una fotografía esplendida, luminosa. De paleta cromática clásica. Los planos de una contenida Angelina Jolie y la narración certera, nos desvelan mansamente los estados de ánimo y la opresión del entorno. En El Lector, la iluminación es de factura europea. Pocas actrices soportarían, como la Winslet en su piel, el escaso glamour de esas luces cenitales y mortecinas. Tan desnudas como el cuerpo de su protagonista en estado de gracia. Dos enfoques distintos sobre la banalidad del mal. En El Intercambio, un pequeño sector de la sociedad; un cuerpo de policía corrupto; es reflejo, como un microcosmos, del mal superior que supone una sociedad entera corrompida por el nacionalsocialismo. La desesperanza sobrevuela a la madre que busca; engañada; a su hijo, aunque en el fondo, conoce la inutilidad de su lucha. La misma angustia encontramos en el amor enfermizo, obsesivo, que el joven protagonista de El Lector, siente por la antigua guardiana de las SS, y que la lleva a la redención, mediante el castigo por hechos que no protagonizó. De este modo se condenan (y se salvan) a la destrucción de si mismos. La madre angustiada de El Intercambio también se autocondena a no abandonar; a seguir creyendo; mientras le quede fuerza. Creer en una entelequia. Y lo hace acompañada de una música minimalista y espléndida, mixturada con la narración y firmada por el incombustible director. Si Harry el Sucio, dudara sobre a que pasión dedicar sus ocios, el mundo de las bandas sonoras le quedaría eternamente agradecido si decidiera continuar por esa senda. Pero, como ha conseguido demostrar después el ex­-alcalde de Carmel; a pesar de anunciar su retiro cuando firmó esta obra; aún le quedaban varios cartuchos. ¡Maestro!

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