miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Escuela de los Vicios. Compañía Morfeo Teatro

In Memorian de Javier Leoni.
Teatro López de Ayala

¡Voto a bríos, tamaño atrevimiento! Nada menos que adaptar para la platea el conceptismo, la concisión y la elipsis del esquinado autor de la sátira político-social de la Hispania profunda y la subversión irreverente. Acomodar el verbo del más acerado autor del Siglo de Oro, acontecía empresa harto penosa. El uso “quevedesco” de la anfibología (palabras con doble sentido) y la esticomitia (transformar cada verso en sentencia de sentido completo) o la utilización de paradojas, laconismos y asociaciones ingeniosas, dificultaban su adaptación al pueblo llano, dada la densidad del verbo. El cartel es toda una declaración de intenciones. Un remedo burrezco del caballero de “El Caballero de la Mano en el Pecho”, con la mano en una cartera Ministerial, realizado por Santos Ibáñez. Morfeo Teatro, especializado en nuestros clásicos, consigue, hacer emanar de un académico diablo (nada cojuelo) la formación para unos necios en el arte de la corrupción, la mentira o el medrar. Titulaciones que, con esa habilidad que posee la necedad para instruirse en malicias y marrullerías varias, es obtenida por los dos aprendices con notable provecho. El escenario con reflejos se proyecta hacia el infinito en el mastodóndico espejo del fondo. La cotidianidad se tiñe de extrañeza para arropar el carro del demonio/nigromante. Unas sillas completan el espartano decorado. Morfeo Teatro desarrolla esta afilada sátira desde el engañoso envoltorio del humor. 



Un humor negrísimo y cortante. Con el cuchillo de la palabra como arma que destila toda la mala baba del autor castellano. La adaptación de la compañía es inteligente (con el peligro que esto conlleva), arriesgada para el espectador medio. Golosa para el entusiasta fogueado en  salas de butacas, que disfrutará del lenguaje florido y el mensaje políticamente incorrecto, pero habitado de verdad y certeza. Obra arriesgada para plazas provincianas con escasos “connaisseurs”, pero ideal para festivales asentados que atraen aficionados versados y foráneos, que perciben lo que van a degustar, y saben apreciarlo en su justa medida. El eclecticismo de la obra comienza por la música elegida en su inicio. La impresionante “Sarabande” de Haendel, que ya utilizara Stanley Kubrich para Barry Lyndon, y sirve de introducción certera, para las miserias y devenires del siglo en que transcurren las vivencias de los aprendices de necios. Esta pieza se utilizará posteriormente en una adaptación, llegando a arroparse con la banda sonora de “Love Story” en otro momento, o la despedida “achirigotada” y gamberra que versiona el “Poderoso Caballero es Don Dinero”, hasta culminar con el "Te Deum" de Carpentier. Texto difícil para el espectador poco fogueado en estos menesteres. Si Quevedo es de difícil digestión en texto escrito, por la profundidad hiriente de sus crudas reflexiones y el nivel literario del concepto, enfrentarse a su desarrollo verbalmente, sin tiempo para la reflexión o la captación de matices, es tarea ardua y osada. Pero Morfeo Teatro desarrolla con elegancia y aparente sencillez el retruécano quevedesco, adaptando la palabra en un juego escénico dinámico y eficiente. 







Las interpretaciones son fruto de un amplio estudio, la proyección es eficiente, la comprensión, cercana, el nivel literario, supremo. La estructura es dinámica, convirtiendo cada visita de los protagonistas al armario/buhonero para transformarse, en una nueva subtrama donde los comediantes cambian el registro, las voces y la tesitura. Casi como si un Paso o Entremés del siglo referente se tratara. El humor es afilado como un estilete. Si acaso una profunda sensación de tristeza invade al espectador al percibir como las miserias humanas, las nefandas políticas, las nauseabundas prebendas, son de total actualidad. Nadie diría que el texto está escrito hace varios siglos, dada su actualidad candente. No hemos avanzado mucho desde entonces. En el epílogo, un enorme lienzo pintado que recrea las pinturas negras de Goya (La Pradera de San Isidro, pletórica de mendicantes) nos muestra el espejo de nuestra sociedad que si ha evolucionado en corrupción y desatino, ha sido para su  desafortunado perfeccionamiento.

 No nos dejemos engañar por el envoltorio. La herida infligida al carácter hispano no es leve. Esa conciencia popular que ensalza al pícaro que triunfa y envidia sus cuitas, es tan culpable como el propio corrupto. El disfraz de la comedia oculta acidez y desengaño. De ahí, el enorme merito de transmutar en carcajada (triste, eso sí) la negrura de la realidad y en jocosidad (sentida, eso también) la corruptela y el abuso de poder. Francisco Negro dirige con sapiencia los 90 minutos del montaje, haciéndolos leves y certeros. 
El díscolo nigromante/diablo interpretado con elegante eficiencia por Mayte Bona, nos conduce a las cloacas de la humanidad de la mano de estos dos bobos/listos (si se me permite el juego de palabras). Bobos en la rectitud, pero avispados para la molicie y el provechoso tejemaneje. A los espectadores se le rememoran, en la cercanía, nombres y apellidos ajenos al Siglo de Oro. El registro de clow, sin excesos ni desmesuras, permite a Felipe Santiago, de naturalidad pasmosa y Felipe Negro, llevar adelante (a nivel físico y vocal) estos dos pícaros, nombrados Magistrados en sus indignos menesteres. El registro de Mayte Bona le consiente cambiar el personaje fluidamente en los diversos cuadros. Eficiente y agradecido el lenguaje corporal, en esta critica ácida de la satrapía hispana (de antaño y de hogaño). Obra para los cinco sentidos, pero especialmente para el oído, acariciado por el verbo certero (y profundo), por la reflexión lúcida (y afilada), por la belleza aúrea de la palabra quevedesca y la adaptación (respetuosa y semiótica) de Morfeo Teatro. Quevedo terminó en la cárcel por uno versitos erróneamente dirigidos. Si contemplara nuestra actualidad, donde es difícil enviar al mismo lugar a defraudadores y corruptos, retornaría a su celda con amargura. Valiente empresa, como tantos aventureros que aún llevan por nuestros teatros obras de esta época y mantienen viva la literatura más excelsa, frente a otras opciones más comerciales y agradecidas en lo económico. 


Estas sátiras y discursos de Quevedo parecen escritos ayer y publicados en el B.O.E. El pollino diabólico que tienta a los amorfos (Su Burreidad), podría transmutarse en cualquiera de los rostros que nos asedian y mortifican desde los medios de comunicación. Reírse de las penas, siempre ha sido una inteligente manera de aproximarse a las miserias y desventuras. El ritmo impreso por la compañía consigue que las cáusticas cargas de profundidad y las espoletas retardadas soltadas por el autor, se transformen en sonrisa y catarsis colectiva. El desfile de esta cofradía de pillos, avaros, mezquindades y truhanes, esta habitado de contemporaneidad. La Corte de los Milagros podría trasladarse a nuestros habituales foros y villas. Frente a estos advenedizos y rufianes “No Queda Sino Batirnos”, que diría el Quevedo nacido de la pluma de Perez-Reverte. Vestuario acertado y notable, diseñado por la propia actriz. Utilización de la máscara como en la más purista "Comedia del Arte". Una empresa modélica y osada, ácida y corrosiva, pero tremendamente divertida. Comedia negra de una España aún más negra, llevada a puerto con coraje y osadía. Un estudio sobre la mediocridad solventado con profesionalidad y amor a las tablas ¡Voto a bríos, noble empresa!
 
P.D : Los acerados látigos del verbo y la literatura sardónica que Don Francisco de Quevedo y Villegas utiliza en estos menesteres mundanos, no deben hacernos olvidar sus otras facetas. La creación del más hermoso verbo de Amor que la Lengua Castellana viese…

 AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.


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