viernes, 11 de diciembre de 2015

Viaje a Sils Maria. La Servidumbre del Tiempo

                                            

 Tempus Fugit. El Tiempo Huye. Nunca una verdad fue tan certera. Junto a la acerada sentencia de Tomas de Kempis “Las cosas pasan, y tu con ellas”. Del paso del tiempo, de sus consecuencias devastadoras trata este film de Oliver Assayas, que gravita sobre la creación inmensa que regala Juliette Binoche de su personaje: la actriz Maria Enders. Ejercicio sobre la nostalgia del tiempo pasado y la irrecuperibilidad del mismo. Cuando ya solo nos quedan recuerdos de aquello que fuimos. Pero sobre todo análisis descarnado de esa resistencia que ofrecemos a la adaptación. A la obligada aceptación de que, aquello que somos, es el resultado de lo que fuimos. Maria Enders se encuentra cerca de esa edad en que los papeles que le ofrecen van a cambiar por completo. En ese momento e tientan para trabajar junto a Jo-Ann, una prometedora, díscola y desnortada actriz, que no reúne los valores que requeriría su éxito, y su vocación. Esto produce un seísmo en la vida de María, que aumenta cuando le ofrecen el papel antagonista de aquel que le diera la fama. Ahora es la joven promesa la que tiene en sus manos el caramelo dramático que la lanzó al estrellado hace años. 












La sombra de Bergman planea sobre esta emocional partida de ajedrez, y no sólo en el personaje ausente del director (amigo y Pigmalión de María), que fallece en la montaña. Esta es una sombra iluminando muchos otros dramas, que han bebido de las fuentes del director sueco. Este juego de espejos que ha nos ha dejado obras como “Passion Fish” (1992) de John Sayles, donde una actriz sufre un accidente que cambia su vida, “Tres Mujeres” de Robert Altman, que bebe directamente de las fuentes de “Persona” (Bergman) donde los personajes intercambian su estado en relación a los demás, o la poética La Doble Vida de Verónica” de Kièslowski (que también dirigió a Binoche en “Azul”), hasta la retorcida paradoja sobre el lado oscuro de “El Cisne Negro”, bucean en la frustración y la represión de las emociones (vía Mankiewicz). Ejercicio de metateatro. Acertado estudio sobre la sumisión, que permite vislumbrar en paralelo los dos planos (el real y el imaginario) que confluyen como un torrente, en la realidad de las tres protagonistas. Las interpretaciones son frescas, naturalistas, pero en la superficie se adivinan los tormentosos procesos que se ocultan bajo tierra. Kristen Stewart, redimida de sus incursiones adolescentes, define su papel con certeza y frescura (que se agradece). Binoche desata al personaje, que vive anclada en un pasado que no volverá, para enfrentarse a sus fantasmas. 
La evolución de Maria corre paralela a los ensayos del guión, que comienza a planear peligrosamente sobre la realidad de las dos mujeres, regalándonos momentos de extraordinario cine, conteniendo ácidas críticas sobre la vacía cultura juvenil actual y sus referentes cinematográficos. En cuando al personaje de Chloë Grace Moretz. ¿un remedo de Lindsay Lohan?, breve y conciso. No necesita más para enamorar al espectador. Profundo homenaje a la vocación actoral y rendido homenaje a la personalidad de Juliette Binoche, con el que Assayas obsequia a la veterana actriz francesa. Cine dentro del cine, con el protagonismo cedido al documental de Arnold Frank “Das Wolkephänomen von Manoja”, presente en el espíritu del drama, ya que la obra antaño representada por María se titulaba “La Serpiente de Maloja”. María derrama una ácida crítica de sagas galácticas, protagonizadas por la incipiente actriz que le hace sombra. 

Viaje a Sils Maria es una recreación de “Evas” con aromas de Mankiewicz, un triángulo tormentoso, un viaje interior sin retorno, escrito en el viento. La aparente frialdad de la dirección, esconde volcanes en erupción, procelosas corrientes subterráneas. Dividida en tres actos como una obra clásica de teatro. Cine dentro del cine, donde Binoche comenta que ha trabajado con Harrison Ford y Sydney Pollack. Assayas retoma a la actriz francesa desde el estrellato alcanzado en “La Cita” de André Téchiné (Rendez-Vous. 1985), donde el había trabajado como co-guionista, para desmontarla, desfragmentarla y operarla a corazón abierto.

Si en aquella ardiente película, la Binoche ya regalaba amplios registros de epidermis, en este viaje no sólo desnuda su alma. La actriz hace donación, para el agradecido espectador, de un maduro, esplendoroso y europeo desnudo, que causo la sorpresa de una pacata norteamericana Kristen Stewart, que optó en esta ocasión por braga-faja de componente antilúbrico. La renuncia y desaparición de la asistente de Maria Enders le permite, con su sacrificio, repetir en la vida real el rol que añora sobre las tablas teatrales. Para la californiana supone ascender un peldaño tras sus aventuras vampíricas tras el intento de desmarcarse de las “teenmovies”. Lo hizo con sus papeles en las apreciables “On The Road” (2012), una road movie de la contracultura, basada en Jack Kerouak, y con el film músical “The Runaways” (2010). El guión es un vórtice dramático donde convergen el texto interno (obra teatral) con el externo (las postrimerías de los personajes) hasta desembocar en un ejercicio metaliterario con la vida misma como definición, y la resistencia al paso del tiempo como eje. Un collage femenino (y feminista) donde brillan con luz propia las tres interpretes, pese a la sobria y contundente perfomance de los representantes masculinos. 















Esta revisitación de la Margo Channing (Bette Davis) de “Eva al Desnudo” pasada por el tamiz nietzscheiano (Nietzsche enontró su Sangri-La entre los valles suizos) detrás de su aparente frialdad oculta un mundo de turbulencias y desasosiego. De hecho no hay nada más trascendental que las actitudes ante el paso del tiempo y la decadencia física, que amenazan al personaje (casi bipolar) interpretado por Juliette Binoche, consciente de la lozanía de su secretaria y de la arribista (magnética Chloë Grace Moretz) y su paso a segundo plano en este baile de máscaras. Ambigua la relación entre actriz y secretaria, entre actiz y teatro, entre la arribista y el cine como arte. "Viaje a Sils Maria" nos habla de la soledad, de la derrota, de la duda, de las relaciones condicionadas por la primacía de otro, de la previsible derrota ante el tiempo, a través del viaje poliédrico de las protagonistas.  La temática no lejana a otras obras del autor: Clean, Las Horas del Verano, L´Eau Froide o el cine dentro del cine que planteaba en su obra maestra "Irma Vep". Oliver Assayas levanta el edificio sobre la contundencia de la palabra, lo apuntala sobre el plano secuencia y el fundido a negro, para nivelar este equilibrio de poderes que se solventa mediante el verbo. Pese a tratarse de una creación seminalmente literaria, hay que reseñar la notable fusión de la palabra y el ámbito sonoro, aportado por obras clásicas como el hermoso Canon en Re Menor para Cuerda y  Bajo Continuo, que se vuelva casi simbiótico en las secuencias de la lengua de niebla sobre el valle, interpretado por French Jean-Francois Paillard Chamber Orchestra. 



El canon fue marcado originalmente para tres violines y bajo continuo y emparejado con una giga. Ambos movimientos están en la clave de Re mayor. Aunque un cierto canon al unísono en tres partes, también tiene elementos de una chacona. Ni la fecha ni las circunstancias de su composición son conocidos, y la copia manuscrito más antiguo de la pieza data del siglo XIX.


Tambien utiliza el score  la "Sonata nº 2 en D Minor de Haendel" o la Paavin of Alberti" del Hespérion XX, liderado por el  español Jordi Savall y grabado en el disco "Elizabetan Consort Music". La BS, nos permite escuchar el melancólico “Largo “de la opera “Xerses” de Haendel. En el terreno de lo contemporáneo el soundtrack se decanta por obras jazzísticas como "Revue Parisiense. Blues and Root". After in Paris de Patrick Chantol o la banda escocesa de rock "Primal Scream", en un inteligente ejercicio de eclecticismo extremo.





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