lunes, 18 de enero de 2016

Sherlock Holmes: La Novia Abominable

                                    

 



Las Series quedan con frecuencia relegadas a un segundo plano en la retina del cinéfilo, quizá consideradas como productos menores o sucedáneos de su hermano mayor. Pero la eclosión actual del lenguaje televisivo, y la abundancia de productos al alcance del espectador han propiciado la creación de un novedoso lenguaje visual en estas realizaciones, alcanzando altas dosis de calidad y estableciendo una nueva sintaxis fílmica. Nada nuevo bajo el sol. Los más avezados cinéfagos recordarán series de extraordinaria calidad que pasaron a ser míticas. Baste reseñar la fabulosa “The Twlight Zone”, donde primaba lo sorpresivo de las resoluciones y la calidad, en el escaso metraje de que dispone un capítulo, además sirvió de semillero de futuros grandes actores. En aquella década primaban los productos de anticipación científica o fantásticos en estado puro (Tierra de Gigantes, Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo, Los Invasores) que los espectadores devoraban aguardando el capítulo semanal que volvía a dejarlos con lo que hoy denominamos “cliffhanger” (el “suspense” de toda la vida) antes de la invasión de los anglicismos. Pero junto a estas fantasías anticipatorías o distópicas como la mítica “La Fuga de Logan” o la archifamosa “V”, convivían realizaciones de qualité. Obras complejas de la narración televisiva como “Los Vengadores” o “Los Intocables”, donde el español medio se acercó al mundo del hampa y a Elliot Ness, realizada espléndidamente y con interpretaciones soberbias, de la mano de directores emergentes. Mención aparte merecen sagas que con mayor o menor regularidad en su calidad sentaban en el sillón a toda la familia y que con el tiempo se han convertido en míticas. “Thriller”, titulada “Tensión” o “Pesadilla”, dependiendo del país, presentada por un enorme Boris Karloff, que semanalmente introducía en el mundo del misterio. “Galería Nocturna”, realizada por el mago de la pequeña pantalla Rod Serling. En los setenta llegaron las creaciones que arrasarían los hogares. 


El espectador aguardaba impaciente la llegada del siguiente capítulo que le revelara que novedosas perfidias tramaba Falconetti el “malo” de “Hombre Rico, Hombre Pobre”, con  un naciente Nick Nolte, a cuantos golpearía “el pequeño saltamontes”, encarnado por  David Carradine en Kung Fu, o como resolvería sus cuitas el protagonista de Poldark. En el terreno patrio no andábamos escasos de calidad con creaciones como la mítica “Historias para no dormir” de Ibáñez Serrador, que llevó el escalofrío a los hogares o las adaptaciones literarias de “El Quinto Jinete”. El espacio “Novela” batió record de audiencia con señeras entregas de clásicos literarios como “Los Tres Mosqueteros”, con un naciente Sancho Gracia o “El Conde de Montecristo”. Aquellas modestas producciones sirvieron para acercar los clásicos, a los hogares, junto a los añorados “Estudio 1”, islas de cultura en un mar sociopolítico proceloso y tendencioso.


El lenguaje narrativo actual nada tiene que ver con las tendencias al uso en otras épocas. Series como Breaking Bad, Mad Men, The Wire, True Detective y tantas, otras gozan de unos enormes presupuestos, dirección certera y posibilidades inmensas frente a los artesanales y vocacionales trabajos de décadas anteriores. También ha cambiado radicalmente el enunciado visual, junto con la sociedad. Secuencias y diálogos imposibles antaño, son el pan nuestro de cada día de hogaño. Los avances conceptuales, los profundos cambios en los conceptos y modos de conducta se reflejan en la visión del mundo que nos muestran las producciones, algunas con derroche de medios como “Juego de Tronos”, impensables para los artesanales decorados y escasos medios de los voluntariosos realizadores de otras décadas.



Sherlock Holmes consigue aunar el clasicismo formal de las producciones de la BBC, y su fastuoso sentido de la verosimilitud en el diseño de producción, decorados y situaciones, con el lenguaje más moderno en la cámara. La solidez del producto se soporta; indudablemente; sobre la solidez interpretativa de Benedict Cumberbatch y los demás actores. Este Holmes sociopata, extravagante, politoxicómano, ligeramente Asperger y narcisista, es de lo mejor que dado el personaje en pantalla. Sin desmerecer las grandes aportaciones clásicas de la saga interpretada por Basil Rathbone, el plúmbeo Holmes de “Asesinato por Decreto” (Critopher Plummer) o la extraordinaria sátira del enorme Willy Wilder en “La Vida Privada de Sherlock Holmes”, pasando por la fallida (pero esforzada) creación de la serie “Elemental”. El Holmes de Cumberbatch juega en las grandes ligas, situando al personaje en un antes y un después. 

Destaca el dinamismo en los diálogos, su sentido corrosivo y las constantes referencias, que hay que analizar con detalle para no perder el hilo conductor. Pero sobre todo es de agradecer esa atención al detalle que hace que las producciones de BBC sean un sinónimo de calidad. En este episodio extra de “La Novia Abominable” tan sólo un pequeño; de tantos; detalle para reseñar. Cuando un vendedor de periódicos se detiene a hablar con Sherlock, lleva en sus manos, no un periódico cualquiera para salir del paso, es una reproducción fiel de los “Penny Dreadful” que se repartían en la época. No podía faltar la Némesis de Holmes, en este caso el matemático Moriarty, un cerebro a su altura que aparece en el primer episodio de la serie titulado “El Gran Juego”. Este fue el nombre dado al conflicto anglo-ruso en el que es herido Watson según el episodio. En el aspecto de diálogos, es fácil perderse alguna referencia si no se está muy atento Cuando Holmes habla de las aficiones de su criada, hace referencia a un “alienista Vienés”, en clara referencia a un pujante Sigmund Freud.


Destacar el juego con la narración, los diferentes planos que nos introducen en un juego de muñecas rusas (Matrioskas) y las diversas capas de lectura de los acontecimientos que navegan entra la reivindicación militante (no haré spoiler) y los abismos del inconciente. Juego de espejos y referencias cruzadas, metaliteratura y cinefilia juegan sus bazas en unos diálogos donde los personajes se convierten en protagonistas de su propia ficción con referencias a “El Sabueso de los Baskerville” o la narración “Las Cinco Pepitas de Naranja” (a que se hará referencia con las capuchas de la logia, en el epílogo, ya que trataba sobre el Ku Klus.Klan y las semillas recibidas por un oficial en el original). También se juega con un Watson que ya ha publicado algunas aventuras como “El Carbunclo Azul” en el periódico The Strand Magazine, donde aparecieron realmente las primeras narraciones de este detective victoriano. La modernidad esta íntimamente unida al clasicismo narrativo (sociedades secretas, brumas londinenses, conjuras esotéricas, malvados tradicionales al uso) junto a transiciones de cámara o recursos claramente teñidos de vanguardia como esa conversión de humo en la mano de Sherlock o la habitación sesgada, en donde detienen el tiempo para repasar los hechos. Respetuosa versión (y actualización) del personaje que pasa por lo que los italianos denominan “aggiornamento”(puesta al día). 


Esta puesta a punto no pierde un ápice del clasicismo, es respetuosa con los cánones y los puristas, pero insuflando de un profundo sentimiento de modernidad y vanguardia a su carácter decimonónico, preñado de diálogos que requieren perspicacia y atención. Un inteligente rompecabezas con sabia dirección de secundarios, como esa espléndida Catherine McCormack que termina sabiendo a poco, o la casera y el propio Lestrade (Rupert Graves) con sobrias y contundentes interpretaciones, no exentas de ironía y riqueza literaria. Incluso lo que pudiera parecer fallido o erróneo en este fastuoso juego de espejos, termina revelando la realidad. Los más avezados serlóckfilos, sabrán que me refiero al diálogo sostenido en el siglo XIX, donde Moriarty le dice a Holmes que es el virus de su disco duro….intencionalmente anacrónico. Otro matiz a destacar. El término virus (ya mencionado desde 1150) se usaba en las discursiones con cariz filosófico para referirse a los hechos (data). Hay incluso una simbólica, metafórica y vibrante cascada (como en el epílogo de “Juego de Sombras”) que remite a símbolos freudianos y catárquicos. Excepcional el juego con los planos: Sherlock jugando en el aire con recortes de periódico, habitaciones sin paredes, el palacio interior mostrado como una pantalla táctil, junto a carromatos y cocheros victorianos…


A destacar las escenas con Mycroff (edematoso y morcillón) devorando toneladas de pasteles en el Club Diógenes (otra referencia) y los sustanciosos diálogos con su hermano pequeño. De hecho esta relación con Mycroff es referente y pilar básico en la serie, ya que es el talón de Aquiles de Holmes, a quien su hermano acusa de “swotting up” o hacer el empollón. Watson (excelente Martin Freeman) es el reverso de Holmes. Aferrado a la tierra, irónico y mordaz, da la replica humana y cotidiana a las prisiones interiores de Holmes, valorando su amistad por encima de convencionalismos. Todos los diálogos están salpicados de un humor “british”, perspicaz y con profundo respeto a la inteligencia (nótese el duelo a tres bandas en el claustro de la iglesia no consagrada) y al espectador. Los saltos en el tiempo son mesurados, certeros, incluso con aroma de parodia, para presentarnos el enfrentamiento verbal con su “alter ego” Moriarty (fabuloso Andrew Scott) y la catarsis final, entre paradojas temporales, guiños a la serie genésica y metalenguaje. Bien podría plantearse la serie como iconoclasta y destroyer, pero nace del respeto por lo sustancial del personaje, aunque trufada de diálogos imposibles en su referente literario. Las actualizaciones no tienen por que estar reñidas con la inteligencia y el respeto al público:
-Déle algunas líneas o es capaz de matarnos de hambre…
-Hay una mujer en mi sala de estar. ¿Es intencionado?
-¿De dónde sacas esas expresiones?
-Míralo. Tan contento. Es inmoral…


Las referencias literarias son constantes. Cuando Holmes se refiere a Lestrade como: "Mi Boswell está aprendiendo. Que rápido crecen". Esto es un guiño a “Escándalo en Bohemia”, una narración holmeniana, donde se refiere a Watson diciendo: Estoy perdido sin mi Boswell (escritor y abogado de la época)

Las referencias originales se encuentran ahí. La esencia holmeniana (pipas de espuma, sombrero de cazador, capas Inverness, violín, Baker Street, etc.) pero el recorrido vital del icono literario, crece, se revisita, siembra de ambigüedad el envarado original, lo extrae del corsé decimonónico, lo dota de modernidad y carisma. Este “Untold Tale” (historia no contada) podría haber sido firmado por el Watson reseñador de historias La excelente fotografía (Suzie Lavelle) y la dirección de Douglas Mackinnon son milimétricas. Dotan al producto final de una patina de qualité. Presentado como puente para la próxima temporada, esta delicatessen visual es la promesa de nuevos laberintos cognitivos del ”hombre fuera de su tiempo” que; sin duda; ofertarán regocijo y goce a los seguidores de la saga. No en vano ha sido el especial mas visionado, superando ocho millones de espectadores en el estreno. Aunque esta “abominable consorte” no es exactamente un relato conandoyleano, se hace referencia a tamaña arpía en una narración titulada “El Ritual de los Musgrave”. Allí Sherlock revisa casos antiguos como una “relación completa de Ricolleti y su novia abominable”. Este Ricoletti también aparecía en el episodio 3 de la segunda temporada como criminal de la lista de los más buscados. En cualquiera de los casos los seguidores esperaran con impaciencia “la oblicuidad de la eclíptica”. Es posible que todo esto resulte “elemental” para los adictos a la serie. Pero la realidad es que no  encontrarán esta frase en ninguna línea de la obra de Doyle.


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