miércoles, 17 de febrero de 2016

Peaky Blinders. Chicos malos con gorras.




La pátina de calidad que imprime la BBC a todos sus productos (Sherlock, Dr. Who, The Office) queda fuera de toda duda cinéfila. Esta serie es la prueba de que eficacia, nivel artístico y entretenimiento, pueden darse un fuerte apretón de manos. Historia posbélica, de una sociedad marcada por las terribles consecuencias de la “Gran Guerra”. Los miembros de estos “Peaky Blinders” y sus boinas tuneadas, sufren estrés postraumático, años antes de que se diagnosticara. La Primera Guerra Mundial fue una carnicería de proporciones épicas, que marcó una generación por su salvajismo. Los soldados que regresan no reciben parabienes ni apoyo. La pobreza se extiende y estos héroes; que se han sacrificado por la paz: son recibidos con recelo. 


El paisaje después de la batalla es penoso y miserable. Las consecuencias se verían muchos años después, cuando “El Tratado de Versalles”, devino en uno de los factores originarios del auge de las ideologías racistas pangermánicas. Pero esa es otra historia. Al visionar esta serie lo primero que degusta el espectador es el abanico de interpretaciones que se nos regala. Un recital de excelentes actores, sobrios, certeros como un mecanismo de relojería. Los actores esgrimen el histrionismo como arma cuando se precisa (el judío psicópata Alfie Solomons, bordado por Tom Hardy), cuyos discursos nihilistas recuerdan el Tyler Durden de “El Club de la Lucha”, aplican la contención narrativa (la celebrada “perfomance” de la gran dama de los escenarios británicos Helen McCrory), la desmesura patológica de Paul Anderson, el hermano traumatizado de Thomas Shelby (71’, Nunca es Demasiado Tarde) o la naturalidad más pasmosa, con que dota al personaje Annabelle Wallis (Pan Am, Los Tudor, The Lost Future). Pero el mascaron de proa de este ramillete dramático, es sin duda la creación de un enorme Cillian Murphy (Thomas Shelby), seguido de cerca por la gestualidad, intensidad y dominio del “timing” de Sam Neill (Inspector Campbell), que interpretara un extraordinario Wolsey en “Los Tudor”. 
Campbell es el personaje más cercano al exceso y proclive al trazo grueso. Pero Neill lo salva, dotándole de humanidad en sus reacciones: rabia, despecho, lascivia (en su aparente puritanismo), con fugaces instantes de arrepentimiento. Además lo hace con un acento ensayado con su amigo Liam Neesom (no olvidemos que es australiano) que para la ocasión le asesoró y le dio clases. “Peaky Blinders” es una apasionada crónica de otros violentos años veinte, distintos a los que acostumbra a ofrecernos la pantalla. El contexto histórico sitúa los hechos en un periodo Europeo, donde ideologías como el anarquismo y el comunismo trataban de expandir sus tentáculos al resto del mundo desde Rusia. En el epicentro de esta guerra de poderes, se encuentra también el conflicto irlandés, la expansión industrial y los grupos de gángsteres que tratan de controlar los negocios en los bajos fondos, para después pasar a los negocios legales. Este fresco social se aleja de su referente americana “Boardwalk Empire”; más centrada en los lujos y ascensos de la mitología de gángsteres históricos; que en el uso del miserabilísmo y el retrato social, referencias de las que carecen los villanos del otro lado del charco.

Cillian compone un personaje atormentado. Un “padrino” hierático, taciturno, que oculta en su interior el sufrimiento, pero no exterioriza sentimientos. Steven Knight ya había dado muestras de su habilidad en desarrollo del guión con “Promesas del Este”, “Negocios Ocultos” o “Locke” (protagonizada por Hardy, al que cuela en la serie) Aquí compone la estructura dramática con brío. Deteniéndose en los momentos de introspección, sin detrimento del plano narrativo, con una puesta en escena dinámica y subyugante. 

Lo cortés no quita lo valiente. Las escenas de pura acción y los momentos de tensión, se mixturan con esos diálogos certeros, con los enfrentamientos “tête a tête” de los principales protagonistas en el plano verbal. Junto a el comparten el honor los guionistas David Leland, Stephen Russell y Toby Finlay. El Birmingham industrial; casi una ciudad fantasmal; es fotografiado como un personaje más. Calles espectrales, diseñadas con tiralíneas, puertos habitados de bruma, carromatos, tribus de nómadas gitanos. Garitos infectos donde estos “chicos de las cuchillas” viven sus miserias y penurias. Pero también hay luz e intensidad. Paisajes irlandeses, mansiones de alta sociedad e hipódromos, pistoleros enriquecidos y opulentos, cuyas vidas aspiran a imitar los “peakys”. La serie se rodó entre las calles cenicientas de Birmingham, en Bradford y Liverpool, entre otras localizaciones. 
Se utilizaron carruajes del Museo Ferroviario Ingrow y de Lancashire&Yorkshire Railway Trust.
El terreno de los secundarios está abonado. Aparte del, ya mencionado; Tom Hardy, que se merienda al resto del elenco cuando está en pantalla, destacar a Charlie Creed-Miles (Billy Kimber) y Noah Taylor (Darby Sabini), cuyas interpretaciones beben; sin duda; de los personajes histriónicos creados por el austriaco Christoph Waltz (Malditos Bastardos, Django Desencadenado, Big Eyes) y que consiguen crear tal nivel de antipatía, que el espectador desea verlos estampados en la pared lo antes posible. Incluso los más bisoños consiguen medirse con sus mayores, dejando un buen sabor de boca. 
El personaje de Finn (el hermano pequeño) nos regala un prometedor Alfil Evans-Meese, o el reflexivo y dubitativo Jeffrey Postlethwaite (Henry) hijo del gran actor fallecido (El Ultimo Mohicano, En el Nombre del Hijo, Tocando el Viento) que interpreta al joven Henry. El único personaje histórico introducido en la trama (Winston Churchill) es desarrollado con solvencia durante la primera temporada por el británico Andy Nyman (Un Funeral de Muerte, Are You Ready for Love?) y por Richard McCabe (Notting Hill, El jardinero Fiel) en la segunda. 


La banda sonora se imbrica de tal forma en este microcosmos de caballos, locales chinos, pubs abarrotados, revolucionarios, fabricas y calles mugrientas, que llega a convertirse en imprescindible para narrar las transiciones visuales y encauzar el ritmo narrativo. La hipnótica melodía de “Nick Cave & The Bad Sedd”, se introduce entre los edificios de ladrillo rojo y el carbón apilado, entre el paisaje obrero y los canales mohosos que transportan el contrabando. 

El cuidado en la puesta en escena es el acostumbrado en la BBC, mimando el detalle, conscientes de que en el diseño de producción y unos diálogos no anacrónicos, se encuentra la base de toda recreación histórica. Y en este segundo aspecto se superan. Los recitativos de los personajes son de antología. Filosofía cotidiana, esgrima verbal entre contrarios, frases que cortan como una cuchilla. La visión que el diseñador de producción Grant Montgomery (Shameless, Miss Marple, Befote You Go, La Muerte llega a Pemberley) tiene de la Revolución Industrial, es un lienzo ceniciento, pleno de suciedad. Una urbe fantasmagórica de ladrillo rojo de un feísmo perturbador.
 Bañada en una fotografía (George Steel) con preeminencia de ocres y dorados, que consigue una atmósfera opresiva con luces cenitales o espejos. Los protagonistas caminan sobre las arenas movedizas de la ilegalidad. En aquellos años todavía el alcohol y el juego no formaban parte integrada en la cultura de estos países, por lo que la frontera era bastante débil. La psicología de los personajes se logra en unos primeros planos intensos y despiadados, donde Cillian Murphy despliega su magnetismo y su mirada atormentada. La guinda del pastel se encuentra en el cuidado vestuario de Stephanie Collie (Los Amigos de Peter, La Mirada del Amor, El Señor de los Ladrones) que nos introduce en la época con precisión: vestidos “flappers”, gorras, sombreros hípicos, vestidos cortos con brillo, flecos y guantes, tules, boas, estolas, largas boquillas para los cigarrillos.




En los años veinte, los vestidos se acortan para bailar el charlestón, aparecen las estolas y zapatos mary jane, el tacón medio o los sombreros estilo cloché. También se detiene en el detalle de los peinados con ondas o estilo garson, las cejas muy depiladas o los ojos ahumados. Donde puede apreciarse la meticulosidad en la pincelada es en las grandes fiestas, o en el hipódromo. Aunque cada personaje queda bien definido por su forma de vestir.

Las comparaciones con otra serie (ya de culto) como “BoardWalk Empire”, son lógicas y necesarias. Pero el mundo y la sociedad retratados en Peaky Blinders, está bastante alejado de los parámetros de aquella. En un guiño uno de los personajes se refiere al Atlantic City de “Nucky” Thompson, en un ejercicio metacinematográfico. Es recomendable el visionado en versión original. No sólo por los acentos y calidad de los actores. Además se pierde; en el doblaje al castellano; la voz y las canciones que Grace interpreta en el pub. Baladas tradicionales de una gran belleza.







Cillian Murphy es un actor todo-terreno, capaz de vérselas con el más convencional producto comercial. Desde “El Espantapájaros” de Batman, a proyectos independientes y comprometidos con Ken Loach (El Viento que agita la Cebada), puede sobrevivir en apreciables cintas (28 días después) o en la comercialidad de “qualité” (Luces Rojas), saliendo airoso gracias a su físico peculiar, su mirada húmeda y un talento más que demostrado. El irlandés está dotado para desarrollar tormentosos personajes como el travestido de “Desayuno en Plutón”, que le valió nominación a los Globos de Oro, o para regalarnos un doble papel con desdoblamiento de sexo (Peacock. 2010). 

Hellen McCrory (Premio Bafta) no necesita presentación (Skyfall, La Invención de Hugo). En sus últimas apariciones añade ese toque de madurez de los buenos vinos a las series. Recordemos su papel de “madre bruja dominatrix” en la excelente “Penny Dreadful” Los instantes en que aparece en pantalla, son de lo mejor de esta serie. Define, con parquedad de gesto, ese personaje de mujer endurecida, pero tierna, que busca una salida del mundo masculino donde le ha tocado sobrevivir. 
Entre los “peakys” no hay un bandido romántico, no hay un robinhood que robe para los pobres. Los Shelby son supervivientes. Con todo lo que esto representa en cuanto a violencia y atrocidades. Contundente y explícita, cruda y sincera, muestra la realidad cotidiana sin maniqueísmos al uso. Todos los personajes tienes sus grisuras, sus instantes de humanidad y sus explosiones de fieras desatadas. Son humanos, terriblemente humanos.

Los verdaderos “Peaky Blinders” fueron el terror de Birmingham, la ciudad más grande después de Londres, algunos años antes de la época en que transcurre la serie. Los “chicos de las cuchillas” asolaron las calles alrededor de 1890. No está claro que existiera en aquella época la posibilidad de utilizar cuchillas en la gorra (peaky hat). En el resto de aspectos la producción es fiel a los detalles de lo que pudieron representar realmente estas bandas de delincuentes. Quizás ahí radique el éxito de la producción. Se habla de dramas universales, sentimientos y pasiones comunes al ser humano en todas las épocas, que buscan el abrigo de una determinada década como excusa argumental, pero sin perder su concepto ecuménico. El papel de la mujer, representado por figuras tan opuestas como Tía Polly; trasunto de las mujeres de carácter que se han podido visionar en series como Breaking Bad, Los Soprano o House of Cards; la valiente Grace o May (Charlotte Riley, esposa real de Tom Hardy), pisan fuerte , y no se dejan aplastar por el entorno machista. La delicada línea que separa el bien del mal es traspasada de forma cotidiana por las dos partes en litigio. 

La utilización de métodos extremos por parte del representante de la ley; su implicación afectiva en la trama; hace que las dos partes se difuminen en cuanto a moralidad, hasta ser semejantes. No es una narración histórica en sentido estricto, ni existe esa intencionalidad en los guionistas. Partiendo de un hecho real (la existencia de esta bandas) recrean al modo clásico del cine histórico una serie de vivencias y hechos, con una función más evocadora que realista, mas de ensoñación literaria que de crónica periodística. A pesar de ello los personajes (Sabini, Kimber, etc) fueron capos reales, como lo fueron la lucha entre judíos, italianos y gitanos, el avance del automóvil o la revolución industrial. 

La forma en que se incardina la trama es modélica. Los flecos que va dejando como pistas, el ritmo narrativo, el plano secuencia como coartada, el empleo de la cámara lenta (vía Guy Ritchie) de cuya estética en la saga Sherlock, bebe sin lugar a dudas, y los diversos personajes que va incorporando, enriquecen el desarrollo. El primer episodio está dirigido por el autor de otra serie, ya en proceso de culto: Black Mirror. Otto Bathurst firma la obertura de esta sinfonía de sentimientos encontrados y miserias humanas. El último episodio de la segunda temporada es modélico en cuanto a densidad dramática, acción, e interpretación. Para degustarlo a fuego lento.

Banda Sonora
Encontramos en el “background” algunas canciones se simbiotizan con el ambiente, sin caer en el anacronismo. Otras, aquí me recuerdan experimentos como la banda sonora de “El Gran Gastby” (2013), donde chirriaban las melodías actuales y se integraban mucho mejor aquellas con notación musical de los años veinte. Valga como ejemplo, el insufrible ”soundtrack” de la snob “Maria Antonieta” de Sofía Coppola (2006).
 
“Dany Boy”. Una melodía tradicional que se integra perfectamente en cualquier obra de esta temática, y que ha sido versionada cientos de veces. En la voz de Cash, esta cadencia adquiere un matiz melancólico que se sobrevuela la historia bélica de los personajes.
“Love is Blindness” (El Amor es ciego) de Jack White, evoca una atmósfera irritante, y se acerca a los tortuosos sentimientos de los protagonistas sin chirriar demasiado en el conjunto. La versión de White es menos intensa y atmosférica que la de U2. Aquella versión acústica (solo guitarra) se hubiera integrado mejor en la trama. La visión de Jack White del tema de “U2,” adquiere matices más violentos y desgarradores.
Esta balada también aparecía en la banda sonora de “El Gran Gastby” también interpretada por White (Team Chloe Dance Project) con los correspondientes añadidos electrónicos.
“Broken Boy Soldiers”, de los alternativos “The Racounters” consigue introducirse en el desarrollo dramático, dotando de intensidad a los instantes, para remarcar las escenas con breves insertos, pero sin chirriar tanto como otros temas cuyos “riff “de guitarra y percusión extrema, desentonan con el desarrollo e la escena.
“Times” de Tom Waits es otra balada cuya mimesis con el entorno es aceptable dada su cadencia (casi una balada gaélica) e instrumentación y la rasgada voz del californiano, algo similar a lo que sucede con la experimental Clap Hands, cuya cadencia se imbrica en las transiciones entre secuencias, dotándolas de una atmósfera frenética. El acierto de la introducción del soundtrack, consigue que temas estridentes como el “The Plow” de Dan Auerbach se integren en pantalla.


“All My Tears”, de la compositora indie noruega Anne Brun, en la más estricta tradición del Folk Irlandés, para un cierre de temporada espléndido. También podemos escuchar el rock alternativo de PJ Harvey en “Arpa Rota”, evocadora y triste y la potente “A Perfec Day Elise”, de su álbum: This is Desire?, donde experimentó con la música electrónica y no guarda ninguna relación con las vivencias y situaciones de la serie. Destacar la hipnótica “Red Right Hands” de Nick Crave, que se convierte en “leiv motiv” y transición, llegando a formar parte de la estructura dramática como un elemento más. Imposible encontrar un tema más apropiado. Aparte de su mensaje subliminal, ya que hace alusión a “La Mano Roja del Ulster”, el hogar del pérfido Mayor Chester Campbell. Está basada en unas líneas del “Paraíso Perdido” del políglota literato ingles John Milton. Esta melodía extraída del álbum “Let Love In”, ya había sido utilizada en el cine en películas como “Scream”, “Dos Tontos muy Tontos”, “Hellboy” o el fallido fantástico “El Circo de los Extraños”.
“Martha´s Dream”, de Nick Cave consigue una atmósfera evocadora y se integra con su melodía nostálgica (casi una danza medieval) y de raíces gaélicas.
Las cadencias que mejor se incorporan a la serie son sin duda aquellas que tienen un acento irlandés. Algunas de ellas se pierden en la versión doblada, como sucede con las canciones que Grace interpreta en el pub “Garrison”. Uno de los momentos más intensos es cuando canta por primera vez a capella el “Black Velvet Band”, una balada tradicional irlandesa grabada por diversos interpretes como “The Dubliners”, que alcanzaron los primeros puestos en las listas en 1967. Otra de las composiciones a destacar es el "Hope in the Air, un precioso acústico en dueto de la cantautora Laura Marling, que se integra con facilidad en el microcosmos de los "Peaky", perteneciente a su álbum "I Speak Because I Can", absolutamente “seventies”.
The White Stripes con su “St James Infirmary Blues”, acompañan con su sonido potente la entrada de Arthur Shelby en un teatro, dotando la interpretación de una atmósfera de los años veinte. Este tema, es un tradicional que Louis Amstrong popularizó en 1920. Nick Cave hace otra interesante aportación con la triste balada “People Ain't No Good”, extraída de la grabación “The Boatman's Call”, minimalista y sombría, marca un alejamiento con el género de anteriores trabajos del grupo. También fue utilizada en la película “Shrek 2”.


 En otro episodio, Grace deja boquiabierto al barman interpretando el “Carrickfergus”, canción popular, con nombre de la ciudad en el condado de Antrim, Irlanda del Norte, que popularizaran “The Dubliners”. También ha sido utilizada en la Banda Sonora de “Boardwalk Empire”. Otra de las interpretaciones; en la que todos los parroquianos cantan con Grace, es “The Boy I Love is Up in the Gallery”. Una escena emotiva. Compuesta por Georfes Ware en 1885, es un music hall tradicional ingles para la cantante, actriz e intérprete en el teatro de variedades burlescas: Nelly Powers. Nelly fue una de las estrellas más fulgurantes de la época. También se puede escuchar esta letra burlesca en el film "Luz de Gas” (1940) durante la secuencia del teatro de variedades. Se aprovechó también en series como "The Edwardians", o en la comedia “Goodnight Sweethear", protagonizada por Nicholas Lyndhurstentre. Aunque su más recordada interpretación es la de Miss Piggy, en "The Murples Show”, acompañada al piano de Rowif, el perrito marrón.
Sorprende la incorporación de la intimista "Song for Jesse" compuesta po Nick Cave & Warren Ellis, para la banda sonora de "El asesinato de Jesse James”.
“I Am Stretched On Your Grave “, es una hermosa balada interpreta por una súper estrella de la escena británica acústica, la multiinstrumentista Kate Rusby. Se trata de un anónimo poema irlandés del siglo XVII (Estoy tendido sobre tu tumba) Ha sido grabada entre otros muchos por Sinnead O´connor en su album "I Do Not Want What I Haven't Got". Grace la interpreta en uno de los momentos culminantes; en montaje paralelo. Mientras canta en el pub, el inspector descubre lo que buscaba entre las tumbas.
Es preciso aclarar que los únicos instantes de música diegética (aquella que forma parte del tiempo real) son las canciones que Grace desgrana y las dos arias que aparecen en la ópera, mientras el inspector y Grace dialogan. En el escenario se está representado la ópera “Tosca” de Giacommo Puccini. Se pueden escuchar" Io tenni la promessa" y "Vedi la Ma Guite Lo Stendo A Tel". Durante el baile de Grace y Shelby en el hipódromo, la orquesta interpreta el " Cataract Rac", un brioso “Rag-time” de Kenneth Colyer (1928/1988). Kenneth fue trompetista y cornetista de jazz inglés, dedicado a la música de Nueva Orleáns. Una verdadera melodía "flappers". 

Otro de los temas que no desentona es "If You Were There, interpretado por “Arctic Monkeys". La partitura que escuchamos durante el incendio del pub: “Is This Desire?” de la cantante indie PJ Harvey, cuyo “C'mon Billy” también se diluye sin estridencias en la historia. Destacar la preciosa balada “What He Wrote” de la cantautora Laura Marling, una de las mejores del soundtrack. Laura Beatrice Marling (Hampshire.1990) es una intérprete inglesa de folk. En 2011 ganó el Premio Brit como Mejor Artista Solista Femenina Británica. Fue nominada para el mismo premio en 2012 y 2014. Este precioso tema figura en su grabación “I Apead Because I Can”, y está inspirado en las cartas de una esposa durante la Segunda Guerra Mundial.

El ejercicio del eclecticismo en el “score” ya se desarrollaba en obras como “Moulin Rouge” o el “Django” de Tarantino. Aunque sería más preciso referirse a anacronismo musical. Una trasgresión que, en algunos casos resulta efectiva y simbiótica con el argumento, y en otros claramente chirriante (Maria Antonieta). “Peaky Blinders” se queda en tierra de nadie, con temas que se imbrican y resaltan las escenas (especialmente el leiv motiv), junto a otros que rechinan de modo notorio. Melodías de los años 30, junto a potentes guitarras extremas, baladas gaélicas cohabitando con indies y experimentales. Acordes sucios, versiones de “The Dubliners” conviviendo con el sonido garaje. Nick Cave había coqueteado con el rock gótico, influido por el free jazz, el blues o el post-punk, antes de pergeñar a “The Bad Seeds”. Curiosamente también se rastrean influencias de otros de los músicos que forman la banda sonora (Tom Waits, PJ Harvey) en sus creaciones. Acentos derivados hacia el lirismo oscuro, lo erótico, las letras provocativas y cierta violencia. Cave ha participado en BS como “Wings of Desire” (Win Wenders), “The Road” (2009), “Soul of Man” (documental de blues, producido por Scorsese), o “The Proposition”, donde también escribió el guión, etc. También participó como actor en películas como “Johnny Suede” (1991). Como curiosidad reseñar que “O Children”; otra canción de Cave; se encuentra en la banda sonora de Harry Potter, sonando en una vieja radio cuando Harry y Hermione bailan en la tienda de campaña. Una banda sonora realmente ecléctica para una serie notable.