martes, 28 de junio de 2016

Regreso a la Aldea del Crimen. Ramón J. Sender.

                  
La reedición de la obra de Ramón J. Sender “Regreso a la Aldea del Crimen”, por parte de “Libros del Asteroide”, vuelve a poner en la palestra una historia polémica, un clásico del periodismo donde las luces y las sombras de la Segunda República se confunden más que nunca. Los sucesos de Casas Viejas, fueron la puntilla del gobierno de Manuel Azaña. Una mancha en la utopía republicana, que no fue la única, ya que comparte el dudoso honor con la represión minera de Asturias que el gobierno encargó a tropas de Regulares y de la Legión, coordinadas por Goded y Franco. La revuelta, de corte quimérico e ilusorio; los propios participantes pensaban que los agredidos les iban a dar las gracias y recibirlos como camaradas; fue sojuzgada a sangre y fuego por el ejecutivo, aplastando de raíz la revuelta comunista libertaria. Ramón J. Sender ya era un conocido escritor y periodista. Se desplazó hasta la aldea para cubrir con una serie de crónicas las dudas respecto a al versión oficial de los hechos. La obra de Sender es vastísima y cubre todas las variedades literarias desde el ensayo hasta la poesía, pasando por teatro y novela. Un autor capaz de deleitar con una obra humorística, preñada de sorna y enjundia, como “La Tesis de Nancy” donde las vicisitudes de una inglesa que aprende español, acompañada de un gitano, mantienen al lector en perpetua carcajada, o escribir “Réquiem por un Campesino Español”, un drama histórico, mientras renueva el periodismo de la época. En realidad la obra es periodismo-ficción, ya que Sender no ve los hechos que relata. 



Con agudeza, el autor reconstruye los pensamientos y conversaciones de los implicados. Casas Viejas era una aldea perdida de la que ni siquiera habrían oído hablar. Las distancias no eran las mismas en aquella época, ni los medios de comunicación, las líneas telefónicas, los caminos, etc. En medio de una utopía que buscaba justicia social, una economía modélica, un estado moderno y secular (no antirreligioso), un sistema de educación pública coherente y óptima, un grupo de anarquistas decide hacer realidad su Arcadia particular en su pueblo.
 Pensando que van a ser apoyados y vistos como salvadores por aquellos a los que van a perjudicar en sus intereses. Azaña nunca sospecharía que una aldea perdida de la cual no había oído hablar sería utilizada para atribuirle la frase: “Ni heridos, ni prisioneros. Los tiros a la barriga”, en una portada de ABC. Las crónicas recogidas por el autor, sumadas a los informes de la comisión parlamentaria e investigaciones judiciales, se transformaron en este libro en el año 1934, tras ser publicados en el diario anarquista “La Libertad”. El estilo del libro es similar al que practicara en obras como “Iman” (1930), un periodismo narrativo, con influencias del documental y su expresionismo entrecortado; influjos no sólo literarios; americanos y soviéticos de escritura urgente y cáustica. Presentado como un reportaje de ficción, el autor no oculta que los hechos ya habían sucedido; artificio lícito en lo novelesco, pero quizás repudiable como crónica de la realidad. La narración es puramente cinematográfica desde el viaje en avión, de corte vanguardista, retrocediendo hasta los días anteriores, cuando él no estaba presente. Era la época de los latifundios reclamados por los libertarios,de una utopía de reforma agraria que moriría con la caída del Gobierno Republicano, entre regocijos de los extremos políticos. Veinticinco víctimas fue el resultado de aquella “razzia” como definió el cabecilla de las fuerzas del orden la masacre.
              -Y que es una “razzía”, señor
              - Que hay que matar a María Santísima…
La represión brutal se llevó por delante hombres, mujeres, niños, a los que el hambre y la desesperación les llevaron a tomar medidas extremas en un remoto pueblo gaditano. La inoperancia, la brutalidad y el  miedo de los encargados de sofocar la revuelta que no se atrevían a entrar en la choza donde se refugiaban los “sublevados” les hizo optar por el  fuego, quemando vivos a los que se encontraban allí, y rematándolos si intentaban escapar. 
La pluma de Ramón J. Sender es certera , aparentemente parca en adjetivos y artificios, pero esconde todo un andamiaje, un mecanismo de relojería que aúna lo visual del guión cinematográfico con la calidad narrativa.  En las “Uvas de la Ira” de John Ford se respira un ambiente similar al que debían sufrir los protagonistas de esta tragedia, pero este mundo carpetovetónico es incluso mucho más gris, sus estómagos más vacíos. El lenguaje, costumbrista, incluso lleno de incorrecciones y giros como saldrían de la boca de aquellos hombres que sólo conocían el hambre y no los libros. Escrito cuando ya Sender se ha decepcionado con la utopía vigente y tiende hacia la insurgencia, cargando las tintas sobre los responsables: una República “atenazada”, rodeada de enemigos internos. La historia de “Seisdedos”, un campesino de 70 años y su familia, quemados vivos, ametrallados y la posterior ejecución de dieciséis campesinos elegidos al azar, que se dejaron para pasto de los perros durante varios días,  se vive a cada paso, guiados por esa prosa eficiente, un fresco histórico de una época confusa y convulsa. Este trabajo le convierte en un Truman Capote hispano, precursor de trabajos como “A Sangre Fría”. Esta forma de hacer periodismo fue fagocitada por la televisión, ese monstruo que te entrega masticado (y digerido) todo el alimento. El periodismo narrativo tiene grandes representantes en nuestra literatura como (ahora reivindicado) Manuel Chaves, Nogales, Augusto Assía y Joseph Pla, cuyas creaciones nada adeudan al periodismo norteamericano de este género. En los diarios de Azaña quedó claro el asombro del Presidente del Gobierno ante estos hechos, y como se saltaron las órdenes de mando, pese a lo cual para el autor es el responsable directo de los hechos, lo que devino en su caída política. 


Tal vez porque “a posteriori” el escritor intuyó que se podría haber equivocado al atribuir la responsabilidad, este libro no se editó de nuevo durante la vida de Ramón J Sender que se alistó como miliciano. Su esposa fue asesinada por los sublevados al inicio de la contienda. Parábola desatada de esa “España Profunda” que nunca debió existir, esa hambre (de tierras y de la otra), esa miseria del cañizo, la chabola y la caza furtiva,  que intentaron ocultar rebautizando al pueblo como Benalup de Sidonia. La edición a que tuve acceso del año 2000 (Ediciones VOSA SL), circuló de forma reducida, esperemos que esta nueva aventura sirva para acercar estos hechos a muchos lectores ávidos de conocer la verdad, la historia. Los hechos que no pueden ser manipulados ni cambiados por los sectarismos al uso. La vida política española tuvo un antes y un después tras los luctuosos acontecimientos, la militancia de Sender, también. El comunismo libertario, levantado bienintencionadamente, pleno de utopía (analfabeta es cierto) para llevar pan a la boca, es barrido por unas fuerzas que no pertenecen a un Régimen represor o sospechoso. Son las fuerzas conjuntas al servicio de la República, la Guardia de Asalto fue creada ante la desconfianza en la Guardia Civil, quienes masacraron a los sublevados. La preocupación de alguno de los participantes era si el hecho “devendría acción de guerra en los haberes”. 

Luces y sombras de una lucha social que encontró enemigos dentro de su propio bando. Meses antes los ferroviarios de la CNT proyectaban una gimnasia revolucionaria contra la “República Burguesa”, que terminaron con choques entre anarquistas y fuerzas de orden público, mientras amenazaban que “vencida una insurrección surge otra, apaciguando un motín surge otro”. El caldo de cultivo para los sucesos de Casas Viejas se estaba cociendo a fuego lento. Los oficiales participantes en la “razzía” y entonces director General de la Guardia Civil, Cabanellas, continuaron su vida militar en el bando sublevado. Tres de los oficiales participantes en la matanza: Gurmesindo de la Gándara, Carlos Cordoncillo y Manuel López Benito, fueron detenidos en septiembre del 36 en el Madrid republicano y entregados al Comité Provincial de Investigación Pública que los ejecutó. Junto a la represión de Asturias esta es una de las páginas negras de nuestra historia, tanto por parte de los sublevados con violencia, como de la violencia del gobierno que los reprime. La lucha contra el caciquismo, el sistema feudal andaluz y por llevar alimento a sus familiares terminó de forma violenta. El sueño romántico/libertario chocó con la realidad de una República que perdió la inocencia…




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