viernes, 21 de abril de 2017

Tulen Morsiam. De brujas y e inquisidores

                                

En Finlandia la locura de la caza de brujas llegó tardíamente, doscientos años detrás del resto de Europa; pero las características de miedo a lo que quiebra la estabilidad, la misoginia y el recelo ante el conocimiento fueron exactamente los mismos. El tratado sobre brujería “Malleus Maleficarum” (Martillo de Brujas), nace del fanatismo y la oscurantismo y las tinieblas mentales de dos frailes dominicos: Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, y contenía lindezas de este calibre:
“Toda brujería proviene del apetito carnal; que en las mujeres es insaciable.”
“Tres vicios parecen tener un espacial dominio sobre las malas mujeres, a saber, la infidelidad, la ambición, y la lujuria”.
Con estos profundos análisis sociológicos, basados en sus conocimientos del mundo femenino, este tratado fue la piedra base para los procesos inquisitoriales. Lo cual no es de extrañar. No se podía consentir ese apetito  carnal “insaciable” que natura otorgaba a la mujer y relega al varón a producto de usar y tirar…


El juez Nils Psilander (Magnus Krepper), fue el tristemente encargado de los juicios en que se basa esta propuesta finlandesa. Psilander logró añadir, el condenado Pactum Implicitum , es decir, el pacto del diablo indirecta / inconsciente, que era una nueva visión de la brujería. Por primera vez, el hombre reconocía vínculo entre la brujería y Satanás, tal como lo hicieron en el continente en los países en los que juicios de las brujas eran comunes.
Un ferviente iluminado que se creía en el deber de limpiar las Islas Aland de magia negra y peligroso paganismo. Los hechos sucedieron en 1666 y recrean los verídicos juicios por brujería que acabaron con la vida de  inocentes mujeres de la zona. La iglesia y el estado se habían propuesto plantar las creencias y hábitos más atrasados en aquel rincón del mundo, aunque la política y el poder andaban en realidad detrás de aquellas mascaradas de superstición. 

Esta fue la primera persecución de supuesta brujería en Escandinavia y el principio de un genocidio escasamente recreado en el cine. Un arte que, sin embargo, si se ha acercado en diversas ocasiones al mundo de la hechicería y sus derivados. Obras maestras como Haxan/La Brujería a Través de los Tiempos (1922), del Benjamin Christensen, abrieron las puertas para otras propuestas, algunas de alta calidad como “Maid of Salem” (1937), donde Paramount invirtió un alto presupuesto, incluyendo a Claudette Corbert, o “The City of The Dead”(1960), donde un villorrio perdido flota en medio de espectrales nieblas. Obras como la mítica “La Máscara del Demonio”(1960), con la actriz-fetiche del género (Bárbara Steele) quemada en la hoguera o la intensa “Trilogía de las tres Madres” que el italiano Darío Argento dirigiría en “Suspiria, Inferno y La Madre del Mal”, no fueron más que necesarios precedentes para llegar al terror psicológico de “La Bruja” (2015) donde lo parámetros de la locura escapan a la simple narración de hechicería para adentrarse en los rincones oscuros del hombre.


El intenso miedo del varón ante la inteligencia y los valores de la mujer están presentes en este subgénero, en el que no pueden faltar experiencias liberadoras (sexuales y mentales), así como conocimientos del entorno y la naturaleza que la “ciencia” imperante no podía consentir.
Todos los nombres de las muchachas protagonistas son realas y han sido extraídos de los registros clericales originales. Aunque parte de la realidad ha sido obviada, ya que los testimonios de los niños fueron fundamentales en el proceso El diseño de producción es notable para los presupuestos de que se partía y la ambientación de época está bien realizada y consigue sumergir en un mundo donde el conocimiento se tornaba peligroso y el inmovilismo constreñía las vidas de quienes veían más allá de sus fronteras. Los habitantes de estas islas de suaves colinas, hoy ideales para el turismo en bicicleta sufrieron el horror del oscurantismo y el miedo que nace de la ignorancia.
El film sigue el esquema que inauguraran obras como “Las Brujas de Salem”, basada en la dramaturgia de Arthur Miller (El Crisol). La vida de una pequeña comunidad alterada por la acusación de trato con el maligno, donde surgen los rencores, envidias y temores que en este caso se llevaron por delante la vida de desdichadas mujeres. La directora, Saara Cantell, había realizado historias donde el amor apasionado y las descripciones complejas de la mujer son el principal protagonista (Encuentros, 2010), e introduce una historia de iniciación sexual que se convierte en el eje del guión y origen de la caza de brujas.
Una espléndida fotografía de naturaleza, que también se recrea en notables primeros planos de la actriz  Tuulia Eloranta, que interpreta a Anna, una adolescente inconsciente de sus actos y de la interpretación que la teocracia hará de ellos.


Interesante el sesgo argumental que presenta, a diferencia de otros maniqueos protagonistas, a un juez que cree estar haciendo lo correcto, hasta que comprende sus errores y tiene rasgos plenamente humanos.
 Fanáticos misóginos y enemigos de la medicina natural, del libre albedrío y del pensamiento individual frente a mujeres que no pertenecían a la clase dominante y un modo de controlar la “sexualidad incorrecta” y silenciar a las que pretendían alzarse frente a la estructura social establecida.
Hermosa banda sonora de Stein Berge Svendsenin, descriptiva de instantes y vivencias. El film tiene una clara estructura teatral (interiores, diálogos intensos) ya que está basado en la obra “Yo seré la Novia” de la dramaturga Leena Virtanen, pero su fotografía y manejo de cámara la alejan de cualquier concepto de cine/teatro.


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