jueves, 1 de febrero de 2018

CRISIS de Richard Brooks. 1950


                                                    



                                        

En Crisis (Crisis. 1950), ya se hallan las pinceladas del  virtuosismo que Richard Brooks volcaría sobre su posterior obra. La obra genésica es un relato corto del dramaturgo Georges Tabouri (The Doubters. 1950) y es la iniciación del director en adaptaciones de material literario, que después le llevaría a notables producciones como A Sangre Fría. In Cold Blood. (1966), Lord Jim (1965) o Los Hermanos Karamazov. The Brothers Karamazov (1958).  Brooks sitúa la acción en una imaginaria America Latina, donde el dictador Farrago y su consorte (trasuntos de Perón y su esposa Eva), gobiernan con mano de hierro. El guión sitúa al neurocirujano Eugene Roland (Cary Grant), de vacaciones en el país,  frente a una espada de Damocles que laceraría el espíritu de cualquier persona. El doctor debe operar el tumor cerebral del dictador, o su esposa (rehén de los revolucionarios), morirá si éste sobrevive en la mesa de operaciones. El arduo drama moral  permite al director la esgrima verbal de unos diálogos prodigiosos. 
No podía esperarse otra cosa del guionista de Cayo Largo. Key Largo (1948). John Huston o  de “Brute Force”. Jules Dassin (1948). Brooks maneja con habilidad las sinuosidades y ángulos éticos de la propuesta, o el sutil equilibrio en que se mueven los personajes, pese a las imposiciones de la productora (La Metro controlaba todos los aspectos de sus producciones). El neurocirujano, interpretado por Cary  Grant, se encuentra ante el dilema de salvar al dictador para que continúe oprimiendo y asesinando, ofrendando como victima propiciatoria a su esposa. Richard Brooks maneja con bisturí la trama, donde se mixturan el respeto al juramento hipocrático, la posibilidad de salvar del dolor a miles de personas o la protección de la persona amada. Con habilidad va presentando a los diversos jugadores en el tablero, para descubrirnos un mundo donde la grisura se apodera de la sociedad y el maniqueísmo no es la medida apropiada (los opositores no son precisamente trigo limpio). Ejercicio de disyuntiva moral donde confluyen todas las grandes incógnitas de hombre. Desde la desesperación, que te lleva a culparte ¿Por qué venir de vacaciones precisamente a este país?, hasta la ambigüedad de las pasiones humanas en circunstancias donde la dialéctica es papel mojado. Excelente paleta para un director que siempre movió los hilos de sus personajes desde su visión izquierdista. Seres que habitan un universo injusto, perturbado y cruel. Un microcosmos dominado por su estética narrativa clásica y su óptica intelectual; patente en sus diálogos certeros; incisivos, que lo elevan al nivel de uno de los mejores adaptadores de literatura a la pantalla. Quizás es en este film, en donde más late ese conflicto entre el autor independiente y el sistema hermético de estudios; compartido por todos los demás integrantes de la “generación de la violencia”; entre la coherencia ideológica y la estética. 
Brooks es un intelectual americano típico, cuyos film; según propias palabras; cuentan la misma historia. El público no deseaba ver a Grant en este tipo de historias. Originalmente fue pensada para Spencer Tracy y la esposa de cirujano, en realidad era la hija. Pero MGM impuso una relación romántica para una de las escasas producciones no musicales de Arthur Freed. Resultaba novedoso en el Hollywood de la época este acercamiento a problemas del tercer mundo (un Hollywood todavía rabiosamente macartista), una valiente aproximación; aunque lastrada por el presupuesto; que la obliga a ser casi una pieza de cámara, grabada en platós. Hay una cierta indigencia en los instantes revolucionarios, aunque también hallazgos notables, como el expresionista paseo del protagonista por la solitaria plaza en claroscuro, con la efigie de Farrago presidiendo las sombras, o el epílogo en la habitación del dictador, donde Cary Gran aguarda en las sombras como un demiurgo vengador. El desarrollo es lastrado por un costumbrismo made in USA y los tópicos localismos que; desde la perspectiva anglosajona; avecindan cualquier país de lengua hispana. De este modo, encontramos los imposibles acentos del elenco, y esa desatinada creencia que relaciona el mundo del toreo (Olé) con todo lo que huela a latino, junto con el flamenco. Richard Brooks seleccionó a los “latin  lover” más reconocidos del cine silente. Gilbert Roland, Ramón Novarro y Pedro de Córdoba, dotando de pintoresquismo la trama. A esto contribuye, notablemente,  la partitura seudo-folclórica de Miklós Rózsa, que incluye una ejecución musical del guitarrista Vicente Gómez, interpretando a un opositor al Régimen (en la vida real era un exiliado del franquismo). Una anómala pieza flamenca en un país tropical. Es la primera vez en la historia de Hollywood en que la música atmosférica de una película, era interpretada únicamente por un instrumento, aunque la británica The Third Man. Carol Reed (1949), tiene un puntaje musical reproducido en una cítara. Este país de opereta, esta iluminado (Ray June) como en el cine de los años treinta, lo cual le aporta un aire de irrealidad. Frente a la sociedad sellada y el culto a la personalidad del líder tiránico, el médico ofrece alegatos discursivos, lastrados por el “american dream”, que adapta; inocentemente; a  las circunstancias del país.

Farrago argumenta que la libertad y la democracia son fáciles en aquellos lugares donde las personas son educadas, civilizadas y ordenadas. No es así en su nación, dice, donde una simple cola para entrar al cine, se convierte en un disturbio. El líder de la oposición, Gonzáles, no ofrece mejores opciones cuando se ríe de que las personas sean niños a quienes se les debe decir por donde caminar. Ambos cabecillas juegan a prometer milagros, pero desprecian a sus seguidores como necios útiles. Crisis se sitúa en esa tenue línea entre el bien y el mal (evitando el  cine de tesis), entre la libertad y las propias afectividades, lastradas por las; nada ocultas; referencias a su bestia negra política (Cuba). Los excelentes diálogos, sardónicos, con una fuerte carga de causticidad, ironía y humor negro, son lo mejor de la función. Sitúan al espectador en esa tierra de nadie donde la ética queda eclipsada por la justicia y el espinoso dilema moral, pasa por el propio sufrimiento. Crisis es un estudio hábilmente irónico y terriblemente lúcido sobre la emoción y la versatilidad de las revoluciones, ya que anuncia el clásico de Richard Brooks Los profesionales. The Professionals (1966), y que incluye una crítica soterrada del imperialismo de Estados Unidos, representado por el agente influyente de una compañía petrolífera. Casi como en un esperpento valleinclanesco, el mensaje contra las tiranías nace de un país que; en esos momentos se aplicaba en plena “Caza de Brujas”; sobre aquellos ciudadanos que pensaban de forma distinta. A Farrago le habría parecido una hermosa ironía.
-“Ha hecho un gran servicio no solo a mí, sino a la gente de mi país".
-“Solo salvé su vida. No voté por usted”.
-"Ni ellos tampoco".

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