martes, 10 de abril de 2018

Coro de Cámara Amadeus. Un paseo por la música escénica del S XVIII


                                       




Una propuesta atípica y valiente la ofrendada por el Coro de Cámara Amadeus en la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de Puebla de la Calzada. Un paseo, como rezaba el programa de mano, que llevó a los asistentes a través de la “azione teatrale”, un género que presupone motivos mitológicos y utilización de coros y danzas. Gluck planteó la obra en términos de reforma operística, tratando de huir de la complejidad musical y las tramas recónditas de la ópera reinante. “Orfeo y Eurídice” bebe de la ópera francesa, huye del virtuosismo vocal y las arias da capo y acude al recitativo con acompañamiento. 

La mezzo Angela García Aparicio solventó un papel claramente creado para “castrati” (aunque Berlioz la reescribió para mezzo), con seguridad y control vocal. Orfeo y Eurídice es todo un ejemplo de las melódicas lineales de mediados del setecientos, donde la intervención del coro adquiere un aspecto noble y profundo, que la agrupación desarrollo en momentos de una notable belleza; con eficiente empaste y tono dramático soberbio que solicita la obra; pero respetando la voluntaria sencillez de la escritura que huye de melismas y contrapuntos, con predominio de los silábico. Gluck se aplicó a la huida de la floritura (casi en las antípodas del barroco) y la búsqueda del canto expresivo. Un momento de gran hermosura es “Ah se intorno a quest´urna funesta”, de una profunda emotividad barroca, una solemne tristeza. Toda una antología de séptima disminuida. También resultó especialmente emotivo el” Trionfi Amore”. Destacar las intervenciones de Sara Carmona como Eurídice y María José Luengo (Amor).



Para la segunda parte, la agrupación seleccionó dos villancicos de raigambre extremeña, rescatados por Alicia Terrón en la Catedral de Coria y por Alonso González Gallego en el Real Monasterio de Guadalupe. Para esta interpretación se contó con los violinistas Maruxa Vázquez y Miguel Ángel Navarro y el habitual y certero piano de José Luis Pérez, que ya había interpretado las reducciones del “Orfeo. Esta técnica, que adquiriera otra dimensión en manos de compositores como Listz o Beethoven, permite agilizar los ensayos parciales de las óperas y aumentar la difusión de obras por su ahorro de medios, multiplicando su posibilidad de ser escuchada. La vocación escénica de la obra “A Belén a ver al Niño” de Manuel del Pilar, se traduce en el uso de recitativos, coros, duetos. En aquellos días la influencia italiana introduce nuevas secciones a imitación de la cantata, con recitativos, arias da capo, según el modelo operístico de referencia. La obra, casi con estructura de danza cortesana en sus arreglos, refleja vivencias sociales y reivindicativas de la época muy por encima de la tradicional letra de adoración al niño o de matiz íntegramente religioso tan al uso en el XVII, que lo había convertido en mucho más complejo polifónicamente. La Soprano Sara Carmona Navarro hizo gala de la versatilidad de su instrumento en un humorístico dúo con el tenor pacense César Carazo. Fray Manuel del Pilar (1716-1794) fue un compositor y excelente poeta de la “edad de plata” del Monasterio de Guadalupe y está representado por doscientas ochenta y seis composiciones en el archivo firmadas con su nombre: Jerónimo. Amén de otras veinte que rubricó con el nombre laico de Manuel Piquer. Él, junto a Fray José de Barcelona, introduce los vientos en orquestas catedralicias (oboes, trompas o flautas) y los convierte en habituales, hasta ese momento habían sido instrumentos esporádicos, siendo una aportación claramente jerónima. El villancico es de una musicalidad jubilosa y “Amadeus”, con su habitual calidad, extrae todos los matices hasta estallar en ese estribillo final “Eso es quedar iguales amo y criado” que arrancó numerosos y sentidos aplausos.


Cuando el antiguo tenor Juan José Bueno solicitó la obra que había entregado al Cabildo para las votaciones de Maestro de Capilla el villancico “A Belén Zagales” (sig. 7/18), el Cabildo le contestó que “no había lugar a dicha pretensión”. Debió ser un músico bastante díscolo, ya que el Obispo quiso despedirlo por “sus continuas desobediencias”. No tuvo demasiada suerte en sus intentos para Maestro de Capilla donde se encuentra su “Motete a Cuatro Voces”; compuesto para la oposición en 1778 y merecidamente rechazado por sus faltas y errores, aunque años más tarde llegaría a maestro interino de la seo cauriense. Amadeus interpretó con su habitual carisma este hermoso villancico. Una vez más reseñar la encomiable labor de esta agrupación por rescatar nuestro patrimonio y sembrar cultura. Sobre todo, en los tiempos que corren. Enhorabuena.

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