viernes, 20 de abril de 2018

Enrike Solinís. La Guitarra en el Siglo XVIII. XVII Ciclo "Hojas de Álbum"



La depurada técnica de Enrike Solinís le permite arrancarse por esos “Canarios” de Gaspar Sanz en irreverente (y magnífica versión), que solicita gran agilidad y mixturar aires de “ida y vuelta”, con matices claramente de allende los mares. Los “Canarios” de Sanz son aún más hermosos que los interpretados en este mismo salón, hace unos meses, por la arpista Sara Águeda, escritos por Antonio Martin y Coll.  Esta obra, de ritmo hemiolia, y, que alterna 6/8 y ¾, fue ampliamente celebrada por el público. La popularidad de Sanz; de escasa producción; se debe fundamentalmente a Manuel de Falla y al maestro Joaquín Rodrigo y su “Fantasía para un Gentilhombre” (1954) que utiliza esta obra. Gaspar Sanz en su obra “Instrucción” da una idea general de la música popular de aquellos tiempos: Danzas populares como las Folías, el Villano, la Marionas, etc. De acuerdo con la práctica de antaño, Sanz las ofrece tanto en una versión de rasgueo (es decir solo con la estructura armónica y los golpes que hay que dar) como también en versión punteado. Una excelente fuente para los estudiosos de música antigua, ya que Sanz las escribe también "desglosadas en notas". Esta recopilación de danzas en punteado forma, por tanto, una rica fuente, debido a su precisa anotación, añadiendo detalles sobre afinación, encordaje, etc. Enrike Solinís grabo estos “Canarios” en su CD “Colores del Sur”.

La “Mariona” de Gaspar Sanz es una pieza deliciosa, de la cual el interprete consiguió extraer efectos renovadores e iconoclastas. El conformismo y el academicismo no forman parte del mundo de este ejecutante, que incluso llega a posicionar las piernas al estilo que hizo suya la guitarra flamenca, arrancando novedosas percepciones del ostinato y las variaciones de esta hermosa danza. Lo suyo es la recodificación y la iconoclastia, la ampliación de la paleta cromática y la apertura de influencias en la línea de Fahmi Alqhai. El eclecticismo como bandera. Hay que destacar la transcripción de la Sonata en La Mayor K311, especialmente su tercer tiempo el “rondó a la turca”, que refleja el lado más hedonista y despreocupado de la música vienesa de ese periodo y solicita una notable agilidad en la digitación. Esta ejecución arrancó abundantes aplausos entre el público.

Más que un concierto, esta aportación del ciclo “Hojas de Álbum” se convirtió en toda una “Master Class” donde Enrike Solinís transmitió sus conocimientos de la cuerda manejando guitarra barroca, vihuela y haciendo las veces de musicólogo de modo ameno y didáctico. Otra hermosa interpretación fue la obra más conocida de Mateo Albéniz, de la que se han hecho varias transcripciones; editada por Joaquín Nin; la Sonata en Re Mayor. A lo largo del concierto se sucedieron aires goyescos, hispanos, una celebrada jota (M. de Cortabarría) que fusionó lo popular con lo culto en endiablada digitación. La “Jácara para guitarra de cinco órdenes” de Antonio de Santa Cruz, es la evolución de un canto con orígenes callejeros y oscuros con posterior uso de entremés teatral. De aire puramente hispano, extraída del “Libro donde se verán pasacalles de los ocho tonos y de los transportados…” (1633).
En la Sonata K32 de Scarlatti habita la habitual riqueza de motivos musicales de este compositor, su invención rítmica y melódica, la habilidad casi diabólica en la utilización de todas las capacidades del clavicémbalo.


Esta transcripción, aparte de los habituales escollos scarlattianos: saltos de octava, arpegios complicados, escalas rapidísimas, aprovecha otra característica del autor: esas células rítmicas que recorren la longitud de las sonatas, con ecos del pulso de guitarra flamenca. De hecho, la influencia de los palos flamencos es amplia en las “Sonatas”. También se escuchó en este concierto la transcripción de una obra escrita por Mozart con fines didácticos la “Sonata en Do M K545, lo cual no la priva de ser una obra maestra, a pesar de ser denominada como “Sonata Facile”. Enrike Solinís posee una técnica envidiable, producto de muchas noches de falanges rotas y yemas calcinadas por la cuerda. Esa clase de técnica que hace “que parezca fácil”, que no es otra cosa que el trabajo a largo plazo. Toda una “Master Class”, dinámica y certera, la de este interprete en la que se abarcó el mástil de cabo a rabo: Trinos (temblores) ligaduras, vibratos, campanellas, con amplia utilización de todos los recursos y técnicas disponibles, rasgados, punteos, etc. Un concierto brioso, certero y pedagógico de la mano de uno de los mejores interpretes del momento. No nos importaría que volviese.
*De nota habría sido poder escuchar el Lacrimae Pavan o alguna otra obra de John Dowland en las manos innovadoras de Enrike Solinís. Otra vez será. 





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